LAS LECCIONES DE FUKUSHIMA
Ha transcurrido un año desde el inicio del desastre nuclear de Fukushima. Aunque su origen se fija en el gran terremoto del este de Japón y el subsiguiente tsunami, las causas principales del accidente nuclear se deben a fallos institucionales como la influencia política y una legislación dirigida por la industria.
Los responsables institucionales fallaron porque fueron incapaces de reconocer los riesgos que entraña un reactor, incapaces de reforzar las medidas de seguridad nuclear cuya deficiencia ya se conocía y, en última instancia, incapaces de proteger a la población y al medio ambiente.
En este año en Japón se han evacuado 150.000 personas, tienen 28 millones de metros cúbicos de suelo contaminado por sustancias radiactivas, el país tendrá que asumir un coste total del desastre de 520 a 650 mil millones de dólares, una cifra que se aproxima al coste de la crisis bancaria de las hipotecas de alto riesgo en Estados Unidos; y sólo mantienen 2 reactores nucleares operativos de los 54 que existen, en contra de las presiones del gobierno y la industria nuclear, sin que por ello sufran ningún problema de suministro.
La principal conclusión es que este desastre nuclear podría repetirse en cualquier central nuclear en el mundo, y que la seguridad nuclear es una quimera porque en el mundo un accidente nuclear ha tenido lugar aproximadamente cada siete años, de promedio.
El desastre nuclear de Fukushima mostró una ves más, el riesgo inherente a la energía nuclear y puso sobre la mesa los fallos del sistema. Políticos y organismos reguladores han ignorado su obligación de proteger a la población, y la industria nuclear no se ha hecho responsable del desastre.
Los mismos problemas sistemáticos se observan en todos los países con reactores nucleares. Cualquier central puede fallar y poner millones de vidas en riesgo. Debemos superar la energía nuclear y reemplazarla por renovable.