Ayuda humanitaria y médica organizada por Médicos Sin Fronteras se descarga del buque insignia de Greenpeace, el Rainbow Warri
De esta forma se pretende aprovechar los momentos en que MSF se
reabastece de material y por tanto deja al Rainbow sin una misión
específica, para dar cobertura logística a Acción Contra el Hambre
y UNICEF, dos de las organizaciones que siguen trabajando en un
área acuciada por urgentísimas necesidades. LA tarea del Rainbow
Warrior en estos casos es esencialmente la misma que con MSF:
cargar en sus bodegas la comida, alimentos e infraestructuras
médicas y sanitarias de todo tipo para llevarlas después a zonas
donde sólo se puede acceder por mar a través del correspondiente
puerto. Para esta operación se necesita asimismo de la colaboración
de los pescadores locales a través de cuyas embarcaciones se hace
el reparto final.
Rob, de la tripulación del Rainbow Warrior, explica que "en
ocasiones la contratación de estos pescadores no es nada fácil. Sin
embargo, esta ya es nuestra cuarta visita a Meulaboh y ya nos
conocen de sobra, así que las negociaciones están yendo bastante
bien y creo que tenemos asegurados un par de barcos y algunos
hombres que nos ayudarán en la descarga." Meulaboh, en el extremo
noreste de Sumatra (Indomesia) fue uno de los puntos más castigados
por las olas gigantes que el pasado 26 de diciembre asolaron las
costas del sureste asiático. Las autoridades estiman que al menos
220.000 personas han muerto de las que un tercio serían niños.
Desde la primera vez que el Rainbow iniciara sus labores de
reparto Rob ha visto "un cambio en la actitud de los indonesios, ya
que ahora compiten entre ellos para que les contratemos en las
operaciones. Antes era difícil encontrarles y ahora no hay ningún
de tipo de problema. Es más, todos intentan sacar algún beneficio.
Yo si fuera ellos me haría exactamente igual".
Al mismo tiempo está algo preocupado porque "la situación en los
muelles es algo caótica. Las cajas con las provisiones se están
amontonando en montañas de dos metros de alto por 25 de largo y la
cadena humana que debe trasladarlas no puede ir tan rápido como la
descarga desde los barcos. Sólo espero que todas esas cajas estén
llegando a la gente que lo necesita".
La descarga del material de UNICEF, se hace no sin dificultades:
cada una de las cajas pesa unos 50 kilos. Para colmo hace bastante
calor ya que cuando aún no ha llegado el mediodía las temperaturas
alcanzan los 35 grados. Así las cosas la tripulación está cansada
pero conseguimos descargar todo el contenido pasadas las 12 y
ponemos rumbo de nuevo a Krueng Raya, nuestra base.
Mientras esto sucede en los muelles Christian decide visitar
Meulaboh. Él es el encargado de tomar fotografías y grabar en vídeo
las imágenes de la devastación. Le acompaña Bernard pues él sólo no
puede con todo el material. La impresión que ambos se llevan es
terrible: "la destrucción-afirma Bernard- es indiscriminada. Para
mí esta jornada ha sido la más surrealista que recuerdo en toda mi
vida. El tsunami no hizo distinciones entre ricos y pobres.
Aniquiló las casas de todos y los mató a todos. El olor de los
cadáveres ha inundado todo durante las últimas cuatro semanas,
sigue metiéndose hasta lo más profundo de tu garganta y te revuelve
el estómago haciendo que estés a punto de devolver. Podría intentar
contaros cuál es el aspecto de los cuerpos que aún siguen sin
enterrar, aún atrapados entre los escombros después de un mes, pero
mi limitado vocabulario lo hace de ello una tarea imposible.
"Todo esto lo podíamos aguantar -relata Bernard- pero cuando nos
cruzábamos con los zapatitos de un niño, una pequeña gorra de
béisbol un peluche, se nos hacía prácticamente demasiado duro".
Sin embargo, Bernard acaba con una anécdota para la esperanza:
"Quiero compartir con vosotros algo en lo que he estado pensando.
Me puedo imaginar en lugares como Hiroshima, Nagasaki o Dresde, en
su día estuvieron como hoy está Meulaboh. Sólo que todos ellos
fueron asolados por la guerra y aquí, en Meulaboh, todos los
supervivientes, jóvenes y mayores, cada una de las caras con las
que me he cruzado tenían una sonrisa y un "Hola, "cómo estás", para
mí y para Christian".
"De todas las imágenes que he visto, esa es la que me llevaré de
aquí cuando me vaya".
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