imagen área de la central nuclear de Cofrentes, en Valencia
"¿Cuántas más pruebas necesita el Gobierno para aceptar que es
urgente cerrar las centrales mucleares españolas y apostar
definitivamente por un modelo mucho más seguro y barato basado en
las energías renovables?" -ha declarado Carlos Bravo, responsable
de la campaña Nuclear de Greenpeace.
Según los escasos datos facilitados por el CSN en un apartado
muy recóndito de su página web, tan sólo se conoce que "el titular
de la central ha recogido y segregado la tierra afectada, que ocupa
un volumen de 300 litros y ha procedido a la limpieza de la
zona".
Greenpeace exige al CSN que dé a conocer los motivos del fallo,
el destino de esta tierra radioactiva recogida, que aclare si se
han producido vertidos líquidos o sólidos, o emisiones gaseosas de
radioactividad por este incidente al medio ambiente, asicomo la
composición y la cantidad de material radiactivo hallado y
potencialmente liberado al exterior, cuándo se produjo el suceso y
cómo se descubrió.
Dependiendo de la cantidad de material radiactivo que haya sido
liberado más allá del recinto de contención y según su composición,
se puede tratar de un suceso que pudiera entrañar graves
consecuencias para la población. Por este motivo es tan importante
que el CSN escalrezca con carácter de urgencia todos los detalles
del incidente.
Cofrentes, propiedad de Iberdrola, es la central atómica con más
fallos después de las instalaciones catalanas, y este suceso tan
sólo es el último caso dentro de una larga y creciente lista de
accidentes que afectan seriamente a la seguridad de estas
instalaciones: el escape radiactivo de Ascó, la rotura de barras de
control de Trillo y la pérdida de piezas metálicas dentro de la
vasija de este reactor, la prealerta de emergencia de Cofrentes a
principios de abril por la rotura de una válvula, y la fuga de agua
radiactiva en Almaraz a mitad de mayo, entre otros.
La confluencia de factores como el acusado envejecimiento de los
reactores, los fallos propios de una tecnología intrínsecamente
peligrosa y la cada vez menor cultura de seguridad de los
operadores de centrales, como consecuencia de la falta de
competitividad de la energía nuclear en un mercado eléctrico
liberalizado, están creando una situación de alto riesgo para que
se produzca un accidente grave en una central nuclear.
La media de edad de todas las centrales españolas es de casi 25
años (su vida útil técnica) y todas presentan, en mayor o menor
medida, problemas de envejecimiento. En especial, la central de
Santa Mª de Garoña, la más antigua en funcionamiento (inaugurada en
1971), que sufre graves problemas de agrietamiento por corrosión en
diversos componentes de la vasija del reactor, fundamentales para
la seguridad.
Después de las declaraciones en Dinamarca del presidente de
Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, en las que apostó por un
futuro energético libre de nucleares, el Gobierno, debe cumplir su
compromiso de cerrar las centrales nucleares de forma progresiva y
sustituir su aportación energética por "energías limpias, seguras y
menos costosas", como reza su programa electoral a las Elecciones
Generales 2008.
"Ante el patente estado de decrepitud del parque nuclear español
que ha sufrido seis sucesos tan sólo en los últimos diez días, el
Gobierno socialista tiene que poner en marcha ya un plan de cierre
de las centrales nucleares españolas empezando por la más vieja:
Garoña." -ha declarado Sara Pizzinato, responsable de la campaña de
Cambio Climático y Energía de Greenpeace. "Pensar en un futuro con
nucleares es obsoleto y peligroso. Las renovables han de ser las
verdaderas protagonistas", añadió Pizzinato.