La misión conjunta de Médicos Sin Fronteras y Greenpeace ha empezado ya a repartir el material médico, gasolina y alimentos a los supervivientes del maremoto que asoló las costas del sureste asiático a finales del mes de diciembre. El Rainbow Warrior, buque insignia de Greenpeace, partió el pasado tres de enero de Singapur desde donde ya ha llegado a la costa noreste de Sumatra, una de las más azotadas por el tsunami.
El Rainbow Warrior en misión conjunta con Médicos Sin Fronteras han empezado a repartir material médico, gasolina y alimentos a los supervivientes del maremoto que asoló las costas del sureste asiático a finales del mes de diciembre.
Tras la recogida del material en el puerto de Medan, el Rainbow
Warrior se ha dirigido a Banda Aceh para iniciar el reparto de la
ayuda. El siguiente punto en recibir la asistencia de la misión
conjunta es la bahía de Lammo en en la que encuentra actualmente.
Esta ciudad está cinco kilómetros arriba siguiendo el curso del río
en el que estamos actualmente. Médicos Sin Fronteras ha levantado
aquí un hospital para atender a la población de los barrios más
afectados y trabaja para poner en funcionamiento clínicas móviles.
Su esfuerzo en los campos de refugiados se concentra en la
potabilización de agua (en esta zona ellos son los únicos que se
ocupan de esto) y la construcción de retretes y duchas. Además se
han responsabilizado de la mayor parte de la vacunación (en
especial contra el sarampión) de la lucha contra la malaria y del
trabajo médico general que es preciso realizar.
Al estar algo elevada respecto al nivel del mar, Lammo se ha
salvado de los efectos más devastadores del tsunami. Además, las
elevaciones del terreno que sobresalen del mar pararon la enorme
fuerza del tsunami cuando este impactó en las costas. La vegetación
que poblaba esas colinas ha sido barrida desde diez metros de
altura hasta el fondo del mar. Las desembocaduras de los ríos
presentan un paisaje lunar y no hay nada que no estuviera en la
cima de los promontorios que no haya sido arrasado: no queda ni una
sola palmera, todas ellas han sido arrancadas del suelo, como
testimonio de la fuerza brutal de las turbulentas aguas que se han
asolado la zona. Por supuesto, en estas zonas bajas y a lo largo de
la costa había pequeñas poblaciones, así como puentes que han
desaparecido por completo. En la aldea próxima al puente sobre la
desembocadura del río vivían unas 1.000 personas, de las que sólo
han sobrevivido 400. Tal y como han quedado las cosas nadie podría
saber que en su momento aquí había un poblado.
El agua de las olas penetró diez kilómetros a través de los ríos
y de los valles destruyendo todo a su paso. Todos aquellos con los
que he hablado hoy han perdido a alguien. Uno de ellos montó en el
barco con nuestro equipo río arriba: ha perdido a toda su familia y
consiguió salvarse agarrándose al tronco de un árbol mientras el
río le arrastraba varios kilómetros. Nos contó que ahora trataba de
mantenerse ocupado trabajando en el barco para intentar olvidarese
de todo lo que había pasado últimamente en su vida.
La tarea aquí es difícil. Hay una gran cantidad de carga que
repartir y mucha de ella es pesada y difícil de manejar. Debemos
negociar para conseguir pequeñas barcas locales que nos permitan
desembarcar nuestros equipos y materiales desde el Rainbow. Estas
gestiones no se habían solucionado antes de que la llegada de los
voluntarios por lo que han tenido que ser solventadas sobre el
terreno.
Moritz, Phil D, y Abby han bajado a la costa con la misión de
localizar a los voluntarios de MSF que están trabajando sobre el
terreno y de encontrar embarcaciones en la zona que trabajen para
nosotros. Las noticias que han traído no son del todo buenas. Hay
posibilidad de que encuentren un bote para mediodía y quizá uno o
dos más. El equipo de MSF ha intentado organizar otro par para las
ocho de la mañana, pero parece que no lo han conseguido y están un
poco apesadumbrados por ello. Aún así, creen que podrán conseguir
uno para las dos de la tarde. De hecho vimos una embarcación local
saliendo del río con la bandera de MSF con unos 20 pasajeros a
bordo, pero se alejaron de nosotros navegando hacia el norte y
desde entonces ya no les hemos vuelto a ver. De esta situación se
puede extraer una lección: no se debe pagar la totalidad del
importe del servicio por adelantado.
Esta va ser una parada muy larga en comparación con otras.
Más allá del primer bote nuestro equipo ha encontrado llegadas
para el mediodía y la siguiente para la una y media de la tarde,
así que aún quedan otras dos antes en lo que resta de día.
Se está intentado que la tripulación y los patrones de los
barcos están contentos. Es preciso que mañana también trabajen
hasta lo más tarde posible, así que tenemos que darles de comer, de
beber, comprobar que los depósitos de diesel están llenos y que son
bien pagados cuando llegan a tierra. Estas negociaciones tienen su
truco, pero parece que pronto estarán terminadas.
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