Ayer por la mañana, representantes del Panel Intergubernamental de Naciones Unidas sobre cambio climático han presentado en Durban el informe que vio la luz hace unas semanas y en el que demuestran la conexión entre el cambio climático y la mayor proliferación e intensidad de los llamados fenómenos meteorológicos extremos. Un ejemplo de las conclusiones del informe lo hemos visto en en cuerno de África: La hambruna que sufren regiones de Etiopia, Kenia y Somalia es la viva imagen de las consecuencias catastróficas del cambio climático.
Empezamos el día hablando de impactos de la crisis climática y así lo acabamos: incidiendo en una de las zonas más vulnerables: África. Greenpeace estrenó ayer su documental sobre impactos del cambio climático en África: un documento gráfico estremecedor que nos tuvo una hora con los pelos de punta. El documental retrata la dureza de la vida en regiones de Mali, Kenia y Sudáfrica dónde la situación es realmente crítica. El agua es tan escasa que, año tras año, la producción agrícola es prácticamente nula y cada vez son más los nómadas o seminómadas que crían camellos, ovejas, cabras y otros animales, que se desplazan a lo largo de grandes distancias para llegar a los pastos de secano pero cuando no llueve, los pastos se marchitan, el ganado muere y millones de personas se enfrentan a la hambruna.
En Mali, una madre de dos hijos se avergüenza de que sus chicos pasen hambre y tengan que trabajar en lugar de ir al colegio porque lo que solían obtener de sus cultivos ha descendido y ya no les permite subsistir.
En Kenia, los poblados que viven alrededor del lago Turkana se asombran al verlo reducirse y reducirse y están empezando a sufrir las consecuencias que el cambio climático tiene en la generación de conflictos armados, porque la escasez de peces en el lago debido al descenso de la profundidad está generando tensiones que se terminan, muy a menudo, con asaltos y muertos.
En Sudáfrica, en cambio, mientras algunas regiones sufren la sequía que azota gran parte del continente, otras fueron víctimas de una gran tormenta de nieve -muy poco habitual en intensidad y época del año- que destrozó todas las cosechas y condenó a miles de personas a una situación desesperada.
Terminó la película y se hizo el silencio. Los casi 200 asistentes a la presentación nos quedamos con la boca abierta, porque no es lo mismo conocer los impactos del cambio climático que ponerles nombres y apellidos. ¡Qué pena que no hubiera miembros de algunas de las delegaciones más problemáticas en esta negociación!
Los gobiernos no pueden seguir ignorando lo que sucede más allá de las paredes de este centro de conferencias y retrasando la acción. Dos gestos serían muy bienvenidos en este sentido: Estados Unidos debería dejar de eludir cualquier compromiso anterior al año 2020 y la Unión Europea debería dejar de complacerle, mencionando 2020 como la fecha de entrada en vigor del acuerdo global. Hay asumir un segundo periodo de compromiso del Protocolo de Kioto de cinco años, firmar un acuerdo global en 2015 (mientras el Protocolo sigue ven vigor) y ratificarlo en los dos años siguientes para ponerlo en vigor cuanto antes y a muy tardar en 2017. Esto es lo que hay que hacer y podemos hacerlo...si nos damos prisa quizás podamos todavía salvar alguno de los rostros que vimos ayer en el documental. Si no lo hacemos o no llegamos a tiempo, seremos cómplices de su muerte.
En Durban, Aida Vila Rovira (@Aidavilar), campaña de cambio climático de Greenpeace
Demandas de Greenpeace para la cumbre climática de Durban
Vídeo de la acción del molino (en inglés)
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