Esta revolución energética pasa por la reducción del parque
móvil y por un uso más eficiente de la energía, así como por la
aplicación de las últimas tecnologías disponibles, lo que
conllevaría la reducción de las emisiones de CO2 del sector en un
80% para mediados de siglo.
El impacto de los automóviles sobre el clima crece
constantemente:
actualmente, uno de cada dos españoles tiene un coche. Los
turismos han
aumentado su peso un 18% y su potencia un 25% en la última
década,
incrementando las emisiones de gases de efecto invernadero hasta
alcanzar
el 25% en la península. El sector consume hoy en día el 49% de
la energía
disponible en el país.
Greenpeace recuerda que disminuir el uso del coche particular
implica
muchos otros beneficios aparte de luchar contra el cambio
climático: el
transporte es también la principal causa de la fragmentación de
los
ecosistemas y uno de los mayores responsables del actual caos en
la
ordenación del territorio y la planificación urbanística, así
como el
motivo más relevante de la pérdida de habitabilidad de nuestras
ciudades.
Para llevar al cabo una aut¡entica revolución energética en el
transporte
es imprescindible:
-Revisar en profundidad el Plan Español de Infraestructuras para
el
Transporte (PEIT), y evaluar su impacto sobre la red Natura
2000.
-Impulsar una ley de movilidad sostenible, con planes que
restrinjan el
uso excesivo del automóvil y promuevan el transporte público y
medios no
motorizados como la bicicleta.
-Reducir las necesidades de transporte motorizado, disminuyendo
el tráfico
por carretera en un 15% para 2012 respecto a 2006 y limitar las
emisiones
de los nuevos automóviles comercializados a partir de 2012 a 120
gramos de
CO2 por kilómetro para seguir con 80 g/km para 2020 y 60 g/km
para 2025.
-Modificar la actual tasa intermodal con el incremento de la
participación
del ferrocarril, tanto en el transporte de pasajeros como de
mercancías,
hasta alcanzar un 25% del total en 2012 y frenar el crecimiento
del
tráfico aéreo hasta estabilizarlo a niveles de 1990.
-Aprobar una tasa ecológica sobre el consumo de carburantes de
automoción
que financie los planes de movilidad sostenible y un impuesto
similar al
combustible de los aviones, y adecuar las tarifas a los costes
reales que
tienen para la sociedad los distintos modos de transporte,
priorizando el
transporte público colectivo.
-Endurecer la normativa nacional en seguridad de transporte
marítimo y
liderar a escala internacional la erradicación de las banderas
de
conveniencia.
"Los países industrializados, que utilizan actualmente la
energía de la
manera más ineficiente, pueden reducir drásticamente su consumo
sin
necesidad de perder confort, todo lo contrario,, ganando mucha
calidad de
vida", ha declarado Sara Pizzinato, responsable de la campaña
de
Transporte de Greenpeace.