Bush, otorga amplios poderes a las compañías petroleras estadounidenses que trabajan en Irak.
Acción ante la sede del PP en protesta contra la guerra.
Manifestación en Tokio, contra la guerra en Irak
Activistas de Greenpeace despliegan una pancarta con el simbolo de la paz
El Rainbow Warrior testigo de los preparativos de la guerra
Manifestación del uno de mayo en Madrid
Acción en protesta contra la guerra.
Greenpeace rechaza cualquier posible solución militar y exige
una respuesta multilateral, diplomática y pacífica, en el marco de
una estrategia general para la paz. También reclama que se inicien
cuanto antes negociaciones para hacer de Oriente Medio una zona
libre de armas nucleares y energía nuclear.
Greenpeace se opone a la guerra, a las armas nucleares y a la
energía nuclear en Irán y en todo el mundo. El programa de Irán y
la situación de Oriente Medio deben abordarse por vías
multilaterales y negociadas dirigidas a la paz y la estabilidad. Un
punto clave sería crear una zona libre de armas y energía nuclear.
Pero a su vez, EE UU y las demás potencias nucleares deben dar
pasos concretos para destruir sus arsenales.
La guerra de Irak fue ilegal y sus justificaciones se han
demostrado mentira. Ni el régimen de Sadam Husein tenía armas de
destrucción masiva, ni conexiones con Al Qaeda o los atentados del
11-S. El objetivo de liberar a los iraquíes de un régimen
dictatorial y usar Irak como modelo para Oriente Medio ha chocado
con la resistencia a la ocupación, que crece cada día. La invasión
ha tenido un efecto brutal sobre la población iraquí y ha provocado
un aumento de la inestabilidad, del terrorismo (según reconocen los
propios servicios de inteligencia estadounidenses) y el
debilitamiento del sistema multilateral.
La doctrina de las "guerras preventivas", los dobles raseros
aplicados a distintos países (por ejemplo, la transferencia de
tecnología nuclear a la India o la tolerancia ante el programa
israelí), el militarismo de Estados Unidos y otros Gobiernos, y el
desarrollo de nuevas armas nucleares en Estados Unidos y Reino
Unido, están agudizando la inseguridad internacional y minan los
esfuerzos hacia el desarme y la no proliferación.
Con la invasión de Irak, EE UU lanzó a los países del "eje del
mal" (Irak, Irán y Corea del Norte) el mensaje de que tener armas
de destrucción masiva proporciona mayor seguridad frente a un
ataque internacional. Washington invadió Irak porque no las tenía,
mientras negociaba con Corea, que tiene armas nucleares. Ahora es
Irán quien reclama su derecho a tener un programa nuclear. Nadie ha
probado de momento que quiera fabricar armas y el Gobierno de
Teherán asegura que su programa sólo pretende producir
electricidad. Tampoco, de momento, ha hecho nada ilegal en el marco
del Tratado de No Proliferación, del que es miembro, y aunque ése
fuera su propósito, tardaría de cinco a diez años en obtener un
arma nuclear. Sin embargo, Washington le acusa de ser una de las
principales amenazas a la paz mundial y ha logrado que el caso
llegue al Consejo de Seguridad de la ONU, que tiene en su mano
imponer sanciones o tomar medidas más drásticas.
Greenpeace considera necesario que Teherán abandone su programa
y haga un esfuerzo para convencer al mundo de sus intenciones
pacíficas. Al mismo tiempo, las potencias nucleares deben
comprometerse con el desarme. Es preciso un esfuerzo de todas las
partes para frenar la escalada retórica y abordar de forma global
la inestabilidad en Oriente Medio. Las lecciones de Irak deben
estar muy presentes.
LA INVASIÓN DE IRAK EN CIFRAS
Víctimas. Las estimaciones más conservadoras señalan que han
muerto 40.000 civiles iraquíes bajo la ocupación. Otras fuentes,
como la revista médica The Lancet, elevó la cifra hasta 100.000 en
octubre de 2004. Además han muerto más de 2.500 soldados de la
coalición (2.300 de ellos, estadounidenses) y más de 16.000 han
resultado heridos.
La reconstrucción. No se han reestablecido los servicios
sociales básicos, las violaciones de los derechos humanos han
aumentado y los indicadores socioeconómicos continúan
retrocediendo.
Al borde de la guerra civil. El proceso político diseñado por
los ocupantes, en el que las comunidades chií, suní y kurda
compiten por el poder, ha inflamado la violencia sectaria y situado
al país al borde de una guerra civil.
Resistencia en aumento. En noviembre de 2003 el número de
integrantes de la resistencia se calculaba en 5.000; hoy se estima
en unos 20.000.
Bombardeos y ataques aéreos. El temor a la insurgencia ha
llevado a los ocupantes a replegarse en sus acantonamientos y
aumentar el número de bombardeos y ataques aéreos sobre ciudades,
con un incremento de las víctimas civiles. El rechazo de los
estadounidenses a la presencia de sus tropas y la posible retirada
de una parte de ellas hará más frecuente este tipo de
estrategia.
Retroceso del Derecho. EE UU ha utilizado armas prohibidas, como
el fósforo blanco para bombardear Faluya en noviembre de 2004, y
tácticas como las detenciones masivas e indiscriminadas y la
tortura (no sólo en Guantánamo o Abu Ghraib, sino en centros de
detención secretos en Irak, Afganistán y otros lugares).
Costes astronómicos. El coste de las operaciones militares ha
superado hasta el momento los 300.000 millones de dólares (unos
5.900 millones de dólares al mes durante el año 2005) y se calcula
que su importe total superará el billón de dólares. Esta cifra
equivale al Producto Interior Bruto (PIB) anual de países como
Canadá o España.
En 1975 las potencias nucleares del mundo acordaron deshacerse
de sus arsenales y evitar que nuevos países se hicieran con armas
nucleares. Casi 30 años después las promesas no se han cumplido y
la amenaza sigue siendo real: varias potencias tratan de
desarrollar nuevos tipos de armas y cada vez más países cuentan con
armas nucleares o con la capacidad técnica de fabricarlas.
Greenpeace trabaja para lograr la eliminación de las armas
nucleares y en general de las armas de destrucción masiva. Hasta
que se consiga, trata de evitar nuevas pruebas nucleares y la
proliferación de armamento. Para ello denuncia los incumplimientos
de los compromisos internacionales, hace visible la ubicación de
las armas nucleares en el mundo y moviliza a la sociedad contra la
amenaza que supone este armamento.