Activistas de Greenpeace protestan en las afueras del puerto de Cherbourg, a la espera de la llegada de dos barcos que transportan armamento nuclear, amenazando la seguridad internacional y poniendo en peligro el medio ambiente.
Tanto en Libia como en Argelia, Sarakozy quiere asegurar el
abastecimiento de hidrocarburos y a cambio ayudarles con la energía
nuclear. El interés de Sarkozy por los hidrocarburos demuestra que
ni Francia a conseguido que la energía nuclear vertebre su
suministro energético.
Oficialmente, el reactor vendido a Libia tiene por objetivo
desalar el agua de mar para abastecer al país con agua dulce. ¿A
quién pretenden engañar? La motivación profunda de los Estados para
acceder a la energía nuclear siempre ha sido ganar consideración
como nación y como potencia, por la vía de la posesión de armas
nucleares" - ha declarado Carlos Bravo, responsable de la campaña
sobre energía nuclear de Greenpeace España.
Y Gadafi lo ha intentado desde el primer día. Inmediatamente
después de llegar al poder en septiembre de 1969, el coronel
Muammar el Gadafi hizo público su deseo de poseer armamento
atómico. Envió a un emisario a Egipto, el mayor Jalloud, con el
encargo de adquirir una bomba atómica. Cuando no lo consiguió,
Jalloud se fue a China a intentar comprarla allí. Por supuesto Chou
En-Lai no quiso vender la bomba, pero a cambio le ofreció
asistencia en investigación y desarrollo nucleares.
El acuerdo entre Francia y Libia pone en evidencia, para
Greenpeace, los riesgos de la proliferación nuclear con los que nos
enfrentaríamos si la industria nuclear consiguiera relanzarse, como
pretende con su campaña de relaciones públicas. Los ejemplos de La
India y Paquistán, que poseen la bomba nuclear - o más
recientemente los casos de Corea del Norte e Irán - ilustran estos
riesgos. La lista de los países que pretenden hoy en día acceder a
esta tecnología muestra el alcance del desastre sobre la seguridad
mundial que representaría una mayor generalización de la energía
nuclear y la imposibilidad de unos controles internacionales que ya
hoy son problemáticos.
Sin embargo, es todavía más significativo que la industria
nuclear necesite a un Presidente de la República Francesa para
vender un minireactor y que además se trate de una buena noticia
para el sector. Más aún cuando se tiene en cuenta que la desalación
de agua requiere minicentrales de 300 MW. Según los últimos datos
del Organismo Internacional de la Energía Atómica, en el mundo hay
429 reactores nucleares en operación - desde los 103 en Estados
Unidos hasta sólo uno en Armenia --, 25 más en construcción, 76
planificados y 162 propuestos. Datos que están lejos de reflejar un
negocio floreciente.
En países ricos en combustibles fósiles como Libia, la única
manera de justificar la fabricación de una central nuclear es la
reducción de emisiones de CO2 que supondría. Se trata, sin embargo,
de un ejemplo peligroso. Para que la aportación de la energía
nuclear fuera relevante en la reducción de los gases de efecto
invernadero, debería aportar una tercera parte de la demanda
mundial de electricidad el año 2075. Para hacerlo posible sería
necesario construir cuatro nuevas centrales nucleares cada mes,
durante los próximos 70 años. Francia, que ahora obtiene el 78% de
su electricidad de 59 reactores nucleares, nunca ha alcanzado, ni
remotamente, esta capacidad de construcción.
Si, pese a todo, este imprevisible escenario se materializara,
la creciente demanda ejercería presión sobre el suministro de
uranio, y obligaría a explotar yacimientos menos ricos, que
precisan de más combustibles fósiles para la extracción y el
refinado.
La verdadera solución, si lo que se busca es el bien común, es
retirar - lo antes posible - la energía nuclear del mix energético
mundial.
Finalmente, el acuerdo Franco-Libio muestra la falacia del
discurso que, aprovechando la preocupación generalizada ante la
inestabilidad de los países productores de petróleo, presenta a la
energía nuclear como una alternativa con un suministro procedente
de países estables. La central nuclear en juego es la moneda de
cambio que AREVA, la empresa pública nuclear francesa, paga a
Gadafi por haber ganado el concurso de prospección de los recursos
de uranio libios - entre ellos, los yacimientos de uranio de Aozou,
arrebatados al Chad durante la invasión de diciembre de 1980. El
diario francés Le Monde ha anunciado que pronto se iniciará un
nuevo programa franco-libio de investigación y prospección. "Que
libia pase de la noche a la mañana de ser un estado terrorista a un
socio privilegiado demuestra hasta qué punto la geopolítica del
uranio puede parecerse a la del petróleo, sobre todo en situaciones
de escasez"-- ha añadido Bravo.
Así, pues, para Greenpeace, el acuerdo entre Sarkozy y Gadafi es
el mejor anuncio de que la única opción segura, seria, responsable
y económica al abastecimiento energético del futuro es la suma del
ahorro y la eficiencia energéticos (el uso inteligente de la
energía) y el despegue de las energías renovables - y más en países
como Libia y Argelia, cuyo "banco de irradiación solar" es
inmenso.