El pasado 21 de febrero el Gobierno japonés reconocía que, tras el terremoto, tsunami y posterior accidente nuclear de Fukushima, sólo ha procesado un 5% de los escombros de los casi 23 millones de toneladas, que han retirado de campos, pueblos y ciudades arrasadas. Según las autoridades del país parte de los mismos serán incinerados, el resto separados y de los que se pueda, reciclados.

Sin embargo queda el inconveniente, nada despreciable, de que más de dos millones de toneladas de estos residuos están contaminados por radiactividad. Son los más cercanos a la planta nuclear devastada en Fukushima, y deberán recibir un tratamiento especial. Las autoridades de la isla todavía no han dicho qué van hacer con estos residuos radiactivos y donde pretenden trasladarlos.

A lo que se añade, que estos sólo son una muy pequeña fracción de los 28.000 millones de metros cúbicos que tengan que retirar de suelo contaminado por substancias radiactivas.

Volviendo a los escombros, sus previsiones iniciales eran que para marzo de 2014 hubieran terminado las labores de limpieza de las zonas afectadas. Parece evidente que estos planes deberán alargarse en el tiempo, ya que nadie de otras regiones de la isla quiere acoger  los residuos en su territorio; a excepción de Tokyo, que ha aceptado albergar una parte de ellos. Aunque no son precisamente los residuos más próximos a Fukushima. ¿Qué hacer entonces? Partiendo de la base que dado que los residuos generados son uno de los mayores problemas de la energía nuclear, por su peligrosidad y durabilidad, cerrar todas las centrales sería el primer paso. A partir de aquí, lo más racional es que estos residuos sean dejados lo más cerca posible de donde se encuentran, en un emplazamiento a salvo de nuevos tsunamis u otros fenómenos naturales.

La retirada, tratamiento y almacenamiento de los residuos radiactivos es un problema al que se enfrentan las autoridades niponas, con el que al principio no contaban. Este viene a sumarse a la ya larga lista de graves consecuencias que sufren y sufrirán durante décadas  los japoneses tras el accidente nuclear. Además, es un tema crucial que debe resolverse, cuanto antes, para poder iniciar la reconstrucción de las zonas devastadas. 

Estamos ante otra de las sorpresas que ofrece la energía nuclear, y que la industria no ha contemplado ni pretende hacerlo, claro está. ¿Cuánto costará finalmente el desastre nuclear de Fukushima? Esto a Tepco, la empresa propietaria de la planta, ya le da igual.  A partir de ahora los sobre-costes los paga el conjunto del pueblo japonés. Un ejemplo más que demuestra lo democrática y participativa que es la energía nuclear (claro, que sólo cuando hay problemas).

Julio Barea (@JulioBarea), responsable de la campaña de Energía y Residuos de Greenpeace España

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