Hace unos días, nuestros compañeros de Greenpeace Brasil estuvieron presentes en el acto en memoria de José Claudio Ribeiro da Silva y Maria do Espírito Santo, en el tercer aniversario de su asesinato a manos de pistoleros el 24 de mayo 2011.

Foto de los activistas asesinados por defender el Amazonas

La muerte de esta pareja de activistas, María y Zé Claudio, era una muerte anunciada: habían levantado su voz en contra de las madereras implicadas en la tala ilegal y de los ganaderos y acaparadores de tierras en la región. Durante años, vivieron bajo amenazas de muerte.

A finales de 2010, Zé Claudio intervino públicamente en las jornadas “TED x Amazonia” en Manaus, donde predijo su propia muerte: "Vivo con una bala apuntando mi cabeza que puede ser disparada en cualquier momento... Van a hacer conmigo lo mismo que hicieron con Chico Mendes o con la hermana Dorothy. Hoy puedo estar aquí hablando con todos ustedes, pero dentro de un mes pueden leer la noticia de mi muerte".

Seis meses después, Zé Claudio conducía una motocicleta con su esposa María a la espalda, en un camino lleno de baches que cruza el asentamiento donde residían. Es un camino que se cruza rápidamente por temor a los pistoleros, pero ese día Zé Claudio se vio obligado a reducir la velocidad para sortear los grandes charcos formados debido a las fuertes lluvias y el mal mantenimiento del firme. En ese momento, dos hombres armados abrieron fuego contra ellos. Tras matarlos a tiros, los asesinos cortaron la oreja de Zé Claudio como prueba de que se había ejecutado el "servicio".

En el acto de homenaje de hace unos días, 150 personas hicieron el mismo recorrido a pié, por el mismo camino lleno de baches que fue testigo de la tragedia. Una marcha de ocho kilómetros hasta el mismo lugar donde ocurrió el asesinato. Ahora el lugar es utilizado para honrar las vidas de Zé Claudio y María. Durante la marcha, el paisaje que rodea la carretera ya no muestra indicios de la selva amazónica que antes cubría la región. Zonas de pasto y algunos castaños muertos con sus ramas retorcidas, muy lejos del paisaje defendido por María y Zé Claudio: un paisaje soñado para obtener ingresos sostenibles a través de la producción de aceite, pulpa de cupuaçu y otros productos forestales.

El ciclo de la deforestación en la región ha eliminado este sueño. Tras la extracción de los árboles más valiosos, la selva secundaria se ha talado para hacer carbón vegetal y, por último, se ha quemado el resto para aclarar la zona para la ganadería.

Zé Claudio solía decir que cuando llegó por primera vez al asentamiento el 85% de la superficie estaba cubierta de selva tropical, pero después de la llegada de los madereros, la selva fue arrasada quedando poco más del 20% de la cubierta forestal.

En el acto de homenaje también se ha recordado a otros activistas de la selva como Chico Mendes, la hermana Dorothy Stang, Dema, Dezinho y otros líderes que vivieron para defender la selva amazónica, luchar contra las desigualdades y las injusticias.

Recientemente, Greenpeace ha lanzado una campaña en Brasil, Europa, Estados Unidos e Israel para recordar que la tala ilegal es una práctica sistemática en los estados de Pará y Mato Grosso. Esta madera ilegal, blanqueada a través de documentación falsa y diversos tipos de fraudes en el sistema de control, acaba siendo exportada a los mercados internacionales que demandan madera de Ipé, Jatobá, Masaranduba, Cumarú, etc.

La misma madera que acaba en obras públicas emblemáticas como el puente de la Arganzuela de Madrid, la ampliación de la Diagonal en Barcelona, el puente sobre el parque fluvial del Turia en Valencia o el puente Pedro Arrupe sobre la ría de Nervión en Bilbao. Estas obras públicas son una muestra de la complicidad de las administraciones públicas españolas con la destrucción de la Amazonia y la persecución y el asesinato de los activistas ambientales en esta región.

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