Sevilla, 30 grados a la sombra. Cuando pienso en que se prevén veranos más y más calurosos... sólo me dan ganas de darme un chapuzón...

Como buena guiri me estoy leyendo los Cuentos de la Alhambra mientras me tomo mi café matinal antes de la rueda de prensa de hoy sobre las prospecciones en el mar de Alborán. Han pasado unos 150 años desde que Washington Irving merodeaba por Andalucía y mucha agua ha pasado por el Guadalquivir desde entonces.

Poco a poco me imagino el mismo autor visitando España dentro de unas décadas con sus atuendos “románticos”.

Un calor infernal le espera en Granada. Tanto que no le queda otra que intentar refrescarse. Pero el agua dulce es un verdadero lujo de estos tiempos así que una mujer en la calle le aconseja dirigirse hacia el mar. A Motril, por ejemplo.

Cual sorpresa se lleva al ver las playas ensuciadas de chapapote de los pozos que una petrolera canadiense construyó alrededor del año 2020. El calor extremo le anima a acercarse al agua igualmente pero las medusas... eso ya es demasiado...

Desconsolado, ve un chiringuito que le hace ojitos. Pregunta por un vaso fresco de tinto de verano de verdadera cepa andaluza. “Lo sentimos señor, de estos tiempos los vinos que servimos en Andalucía son ingleses y no sólo de nombre” le responde el camarero muy amable.

No, pienso volviendo a mi café en Sevilla, no creo que Irving tenga muchas ganas de escribir un best-seller sobre Andalucía en ese 2050.

La Historia se construye a base de decisiones como las de apostar por más pozos o, más bien, por consumir menos y usar renovables. Seguro que Washington Irving se sentiría inspirado de nuevo, en su viaje por esta otra Andalucía sin pozos ni cambio climático.

Sara Pizzinato (@pizzina78), responsable de la campaña de Cambio Climático y Transporte de Greenpeace

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