Prueba de ellos es que las organizaciones civiles allí presentes la han bautizado como la cumbre de Greenwashing+20, del maquillaje verde carente de compromiso y de medidas reales para cambiar la situación del planeta. Del texto de la declaración final de la cumbre no se pueden extraer decisiones ni pasos adelante para comenzar la transición hacia un modelo de desarrollo que pueda hacer frente a la actual crisis económica, ambiental y de equidad.
"El texto de la declaración final, que lleva el sarcástico título de El Futuro que queremos, es un texto descafeinado que carece de ambición y no añade nada a los compromisos de la comunidad internacional", ha declarado Miguel Ángel Soto, responsable de Biodiversidad y Contaminación de Greenpeace España. "Uno a uno, los pocos objetivos y compromisos que se podían conseguir en esta cumbre han sido eliminados".
Greenpeace lamenta que incluso incluso antes de comenzar la cumbre EEUU, Venezuela, Rusia y Canadá formaran una surrealista alianza que dio al traste con la propuesta de que esta cumbre lanzara un mandato para la protección de las aguas internacionales. La posibilidad de mejorar la gobernanza mundial en materia de medio ambiente a través de la conversión en una agencia de Naciones Unidas el actual Programa de la ONU para el Medio Ambiente (UNEP), también fue rechazada. Pese a los innumerables llamamientos de la comunidad internacional para poner fin a las subvenciones a los combustibles fósiles, los Gobiernos presentes en Río+20 no han querido aprobar un nuevo párrafo que recuerde que el desarrollo sostenible solo será posible cuando se acaben las subsidios a las energías sucias y se apoyen decididamente las energías renovables.
Frente a los malos resultados de la declaración final y la inoperancia de los Gobiernos, la cita de Río+20 ha servido de nuevo para debatir, construir alianzas y amplificar las demandas de la sociedad civil sobre la necesidad de defender el planeta y sus habitantes.
Greenpeace ha estado presente tanto en la cita previa de la sociedad civil, la Cumbre de los Pueblos, como en el tramo oficial con los jefes de Estado, y el barco Rainbow Warrior, también en Río ha recibido miles de visitas, un indicador de la preocupación de la ciudadanía por los temas ambientales. En el contexto de la Cumbre, Greenpeace ha presentado su campaña para la protección del Ártico, ha denunciado la política errada de la presidenta brasileña Dilma Rouselff en materia de lucha contra la deforestación y también ha expuesto la necesidad de abordar la próxima gran crisis ambiental, la crisis de los océanos.
Para Greenpeace España, la intervención de Mariano Rajoy, en el plenario de la cumbre el pasado miércoles no ha podido ser más contradictoria. Además de no reflejar la posición española en la UE en materia como la protección de las aguas internacionales, Rajoy ha dicho lo contrario de lo que hace en España: Hay que potenciar las energías renovables, ya que los avances tecnológicos han hecho que cada vez sean más eficientes y baratas", pero la realidad es que el desarrollo las energías renovables en España está hoy paralizado debido a la moratoria implantada por su Gobierno. Rajoy también ha afirmado que "hay que erradicar la pesca ilegal y proteger especies en peligro y ecosistemas marinos vulnerables", pero sus posiciones en la UE en materia de reforma de la Política Pesquera Común o los recientes recortes en la vigilancia de las reservas marinas españolas van justo en la dirección contraria.
"Esta cumbre fallida nos produce frustración pero no parálisis" ha señalado Soto. "Greenpeace seguirá trabajando para construir el futuro que verdaderamente quieren y necesitan la mayoría de los habitantes del planeta".