Activistas de Greenpeace elevan un globo aerostático demandando el cierre de la central nuclear de Garoña.
Nuclenor se ha visto obligada a adelantar la parada de recarga
por el incremento de los niveles de radiactividad en el circuito
primario que se han venido produciendo desde el pasado mes de
diciembre (el día 11 se detectó el problema) por las pérdidas
anómalas de radiactividad del elemento de combustible dañado. A
pesar de que Nuclenor se vió forzada a apantallar el elemento de
combustible roto para tratar de minimizar la liberación de
radiactividad al circuito primario, ésta se ha seguido
produciendo.
Este problema afecta al combustible nuclear que alberga la
vasija del reactor, que es el verdadero corazón de la central
nuclear. En estos elementos tienen lugar las reacciones de fisión
nuclear, que generan gran cantidad de radiactividad. Una rotura o
anomalía en estos elementos provoca, en primer lugar, un aumento de
liberación de radiactividad al circuito primario, que finalmente
puede redundar en un incremento de los niveles de radiactividad
emitidos al medio ambiente exterior.
Pero, además, provoca, inevitablemente, que muchas de las
operaciones que hay que realizar durante la parada de recarga
impliquen la posibilidad de que los trabajadores que las ejecuten
reciban dosis más altas de radiactividad, a no ser que se cambien
de forma importante los procedimientos y se empleen en esas tareas
a más personal que actúe durante periodos más cortos (con el fin de
disminuir el tiempo de exposición a la radiación), lo que no
siempre es posible. Greenpeace considera que en esta ocasión va a
resultar muy difícil poder realizarlo.
Esta rotura del combustible nuclear es el último problema de
seguridad reconocido por el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) en
la central nuclear de Garoña, cuya vida útil está ya agotada, como
demuestran los graves problemas de agrietamiento por corrosión que
afectan a diversos componentes de la vasija del reactor y del resto
del circuito primario. A estos problemas técnicos de gran calado,
imposibles de solucionar, se suman los continuos errores humanos en
la operación de la central, que hacen que su Cultura de Seguridad
pueda calificarse de muy deficiente.
Los 12 sucesos de los 3 últimos años
El pésimo funcionamiento de la central de Garoña se ha puesto de
manifiesto en estos últimos 3 años en, al menos, 12 sucesos de
seguridad notificables, de los cuales 5 han provocado la parada
automática del reactor y 3 han sido clasificados como de Nivel 1 en
la Escala Internacional de Sucesos Nucleares (INES) (ver tabla
adjunta).
Los tres sucesos de Nivel 1 fueron debidos a:
* envío de chatarra contaminada radiactivamente a
instalación de reciclado (3 de febrero de 2004)
* comportamiento anormal de las válvulas de ventilación del
edificio del reactor (15 de marzo de 2005)
* la no detección, durante 7 meses, de la inoperabilidad de
la instrumentación post-accidente de la temperatura interior de la
contención (detectado del 16 al 18 de noviembre de 2005)
Esta última anomalía se debe a un defecto en el montaje de los
medidores de temperatura del cableado de la contención, que
atraviesa el edificio del reactor hasta llegar a la sala de
control. La instalación del nuevo cableado se había efectuado siete
meses antes, tras una modificación de diseño llevada a cabo durante
la recarga del combustible, pero no había sido detectado hasta el
16 de noviembre, momento en el que las temperaturas invernales
evidenciaron los errores en las mediciones de temperatura. Este
último suceso reafirma claramente la falta de controles suficientes
en la instalación de Garoña.
Otro suceso que demuestra la dejadez de la Cultura de Seguridad
de la empresa explotadora de la central nuclear de Garoña tuvo
lugar el 26 de mayo de 2005, en relación al intento de localizar
una fuga de agua al pozo seco del reactor que venía produciéndose
al menos desde el 14 de mayo y cuya evolución iba empeorando
significativamente día tras día. Este problema en el reactor de
Garoña se produjo tan sólo mes y medio después de la anterior
parada de recarga de la central.
Los 7 sucesos restantes, además del problema de la rotura del
combustible ya mencionado, son fallos en diversos equipos, algunos
de ellos muy importantes para la seguridad: en la señalización de
los niveles de agua en la vasija del reactor, en los sistemas
eléctricos, rotura de bomba del circuito primario, funcionamiento
anómalo de sistemas de seguridad, incapacidad de
refrigeración....
Greenpeace reitera que, debido al peligroso funcionamiento y al
evidente agotamiento de la vida útil de Garoña, es un error esperar
hasta 2009 para proceder a su cierre definitivo, como parece haber
decidido el Gobierno. Es necesario cerrar esta central nuclear de
forma inmediata.
Los hechos demuestran continuamente que la seguridad de Garoña
está seriamente degradada, tanto por problemas técnicos como por
los fallos derivados de la deficiente cultura de seguridad del
operador (Nuclenor). Su funcionamiento entraña un riesgo
inaceptable para la seguridad pública y el medio ambiente. Además,
su aportación eléctrica es prescindible (menos de 1,5% del total
nacional en 2005) y está más que compensada por la producción del
régimen especial (renovables y cogeneración).