Ali Oussama Joumaa resultó gravemente herido por una bomba de racimo encontrada cerca de su casa en El Fawka, Líbano, en septiembre de 2006. Durante los dos primeros meses después del alto el fuego, el 35% de los heridos fueron niños.
En febrero de 2007 comenzó en Noruega el denominado Proceso de
Oslo, que pretende lograr un Tratado Internacional de prohibición
de este tipo de armamento. El paso decisivo de este proceso ha
arrancado hoy en Dublín. Algunos países como Francia, Reino Unido o
Alemania, participan en la conferencia con la intención de lograr
un tratado con excepciones, que permitiría que algunas bombas de
racimo sigan estando permitidas a pesar del Tratado. Pero la
sociedad civil reclama un Tratado integral, que signifique una
estigmatización de este tipo de armamento igual que el que, hace 10
años, se logró para las minas antipersonales.
"Esta es una ocasión decisiva para lograr eliminar unas armas
que causan daños inaceptables a las prohibiciones civiles allí
donde se utilizan. Las excepciones no son aceptables porque no hay
bombas de racimo buenas. En cada lugar donde se han utilizado han
demostrado ser letales para los civiles", -ha declarado Mabel
González, responsable de la campaña de Desarme de Greenpeace. "Es
importante que el 30 de mayo tengamos un tratado sin excepciones ni
lagunas jurídicas y de aplicación inmediata" -ha añadido Eugeni
Barquero de la Fundació per la Pau.
El Gobierno español ha venido manteniendo en este proceso una
posición ambigua. Por un lado dice situar las consideraciones
humanitarias en primer lugar, pero, por otro, se muestra partidario
de exceptuar ciertos tipos de armas. Se trata de aquellas que,
supuestamente, tienen mecanismos de auto-desactivación que hacen
que las municiones que quedan esparcidas no tengan dispositivo
explosivo. Y que, casualmente, coinciden con las que fabrica al
menos una de las empresas españolas. Greenpeace y la Coalición
contra las Bombas de Racimo de Barcelona (CMC) creen que esto no es
aceptable. "Incluso aunque esa tasa de error mínima se lograra,
esto sería en condiciones de laboratorio, que no son iguales que
las condiciones de combate. En éstas influyen la climatología, el
tipo de suelo sobre el que se lancen, los errores humanos… Todos
los casos donde se han utilizado muestran que esa mínima tasa de
error nunca se ha logrado y, además, seguirían matando a civiles
durante los bombardeos", ha afirmado María Josep Parés, del
Moviment per la Pau.
Greenpeace y la CMC Barcelona reclaman al Gobierno que se sume a
un Tratado sin excepciones, y que ponga las necesidades de las
víctimas por delante de los intereses de las empresas. Además, debe
poner en marcha iniciativas nacionales en este sentido, dando así
cumplimiento a la disposición adicional V a la Ley de Comercio
Exterior de Material de Defensa y de Doble Uso, que plantea la
prohibición de todas las bombas de racimo.
Más de 160 personalidades del mundo de la cultura nos han
apoyado en esta petición. El manifiesto contra las bombas de racimo
ha sido firmado por escritores como Javier Moro, Maruja Torres,
Rosa Montero, Rosa Regás o Manuel Rivas; periodistas y fotógrafos
como Gervasio Sánchez, Iñaki Gabilondo, Mara Torres y Javier
Bauluz; personas del mundo del cine y la música como Alejandro
Sanz, Carmelo Gómez, Lucía Jiménez... y figuras internacionales del
deporte como el nadador David Meca. También lo ha firmado el premio
Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel, y numerosas personalidades
relacionadas con la Universidad, además de centros y organizaciones
de paz, derechos humanos, desarrollo, comercio justo, medio
ambiente… El manifiesto también ha recibido ya el apoyo de casi
7.000 personas a través de la web.
"El Gobierno español no puede hacer oídos sordos a este clamor.
Le reclamamos, al igual que todos los Gobiernos presentes en
Dublín, una posición clara que debe ser de apoyo a la prohibición
total", -ha asegurado Jordi Calvo, responsable de proyectos de
Justicia i Pau.
NOTAS
El manifiesto y la lista completa de firmantes puede ser
consultada en
http://www.greenpeace.org/espana/reports/firmantes-del-manifiesto-stop
Cualquier persona que lo desee puede añadir su firma en
https://colabora2.greenpeace.es/informate/index_desarme.php
Las bombas de racimo son bombas "contenedor" que cuando son
lanzadas se abren en el aire, soltando -en función del modelo-
entre decenas y cientos de submuniciones explosivas. Son bombas de
efecto indiscriminado, que afectan a amplias áreas de territorio, y
tienen desproporcionados efectos sobre la población civil. La matan
durante los bombardeos, ya que no distinguen entre objetivos
civiles y militares, y mucho tiempo después de que un conflicto
haya terminado. Entre un 5% y un 30% de las submuniciones no
explotan en el momento del impacto, y quedan dispersas por el
terreno actuando durante largo tiempo como minas antipersonales. Se
han usado en todos los grandes conflictos desde los años sesenta:
de Vietnam, Laos y Camboya hasta Afganistán, Kosovo, Irak y Líbano.
Un 98% de sus víctimas son civiles, especialmente niños, que las
cogen atraídos por sus colores brillantes.
España es un país donde dos empresas, Expal e Instalaza,
fabrican bombas de racimo. La falta de transparencia en el comercio
de armamentos hace imposible saber a dónde se venden. Pero sí se
conoce que el ejército español es uno de los clientes y que tiene
un arsenal de este tipo de armas con al menos tres modelos.