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Esta nueva edición, mucho más completa, contiene novedades como
los resultados de análisis de laboratorio en determinados productos
que han reflejado la presencia positiva de transgénicos, por
ejemplo, en las galletas de fibra de Gullón. En la nueva sección de
productos "Diététicos" llama la atención la marca Biomanán dentro
de la sección roja. El Grupo Nestlé, con marcas como La Cocinera,
Nesquik o Kit Kat, destaca como una de las empresas que ha pasado
de la zona verde a la roja. Por otra parte, también hay cambios
positivos comprometidos con la naturaleza y la alimentación, como
es el caso de La Bella Easo, que antes aparecía en la zona roja y
en esta edición se encuentra en la verde.
La cuarta edición de la Guía Roja y Verde incluye también el
seguimiento fotográfico del etiquetado de los productos o nuevas
secciones como las pastas. "Ya es hora de que los transgénicos
dejen de invadir nuestros campos y nuestros platos", ha declarado
Juan-Felipe Carrasco, responsable de la campaña de transgénicos de
Greenpeace. "Greenpeace sigue trabajando para, con la ayuda de los
consumidores, erradicar los transgénicos de nuestra naturaleza y de
nuestras dietas", ha añadido.
Si bien la legislación europea obliga a etiquetar los productos
que deriven de cosechas transgénicas, la absoluta falta de
trazabilidad y el nulo seguimiento de estas cosechas por parte de
las administraciones españolas han llevado a Greenpeace a volver a
solicitar a productores y distribuidores de alimentos información
sobre su política de utilización de ingredientes transgénicos o sus
derivados. En la lista verde están aquellos productos de los cuales
Greenpeace ha recibido garantías por parte de los fabricantes de
que no tienen transgénicos; y en la roja están los productos cuyos
fabricantes no garantizan a Greenpeace ausencia de transgénicos en
sus ingredientes o aditivos, aquellos que han arrojado resultados
positivos en los análisis y los que reconocen el uso de
transgénicos a través del etiquetado.
Los transgénicos u Organismos Modificados Genéticamente (OMG)
presentan graves riesgos para la salud, dañan de forma irreversible
el medio ambiente y provocan contaminaciones, son una herramienta
en manos de un puñado de empresas para destruir la soberanía
alimentaria y ponen en riesgo los métodos sostenibles de producción
de alimentos. Son, en resumen, una grave amenaza para el presente y
el futuro de la biodiversidad y de la alimentación.
Los principales cultivos transgénicos utilizados para la
alimentación humana en la UE son algunas variedades de maíz y de
soja que provienen de países que cultivan OMG a gran escala o de
los campos españoles. El maíz, la soja o sus derivados industriales
están presentes en más del 60 por ciento de los alimentos
transformados, desde el chocolate hasta las patatas fritas, pasando
por los alimentos infantiles, las lecitinas y los platos
preparados. Por ello en la Guía Roja y Verde figuran alimentos que
contienen al menos un ingrediente o aditivo producido a partir de
estos cultivos, como la harina de soja, los aceites y las grasas
vegetales, la lecitina de soja, los mono y diglicéridos de ácidos
grasos, el almidón, la sémola de maíz o la glucosa.
En España todavía entran del orden de 6 millones de toneladas
anuales de materias primas transgénicas. Además, el Gobierno ha
permitido que se sigan cultivando unas 75.000 hectáreas de maíz
transgénico que entran masivamente en la cadena alimentaria. Hace
apenas una semana España apoyó en la UE la aprobación de una
peligrosa patata transgénica. "Como era de esperar, el gobierno
español volvió a situarse en el campo de los que favorecen a las
cuatro empresas agrobiotecnológicas que pretenden inundar la cadena
alimentaria de alimentos "Frankestein", despreciando la salud de
los ciudadanos y la protección del medio ambiente", ha afirmado
Carrasco.
En el mes de enero Greenpeace, junto a Amigos de la Tierra,
COAG, Ecologistas en Acción y Científicos por el Medio Ambiente
(CIMA) presentaron una Declaración de la sociedad civil sobre los
transgénicos, firmada por más de 300 representantes de la sociedad,
que incluye investigadores, docentes universitarios, organizaciones
profesionales agrarias, asociaciones ecologistas, de consumidores,
de productores de agricultura ecológica, ONG de desarrollo y
entidades privadas entre otras. "Frente a las promesas de la
industria de los transgénicos, la realidad se conjuga en términos
de constantes contaminaciones genéticas, daños ambientales y
riesgos para la salud. Greenpeace apela a la responsabilidad de los
consumidores para lanzar un claro mensaje a la industria
agroalimentaria a través del consumo diario de alimentos", añade
Carrasco.