Comunicado de prensa - mayo 19, 2004
La asociacíon ecologista Greenpeace ha reprochado a la Comisión Europea la aprobación del Bt-11, un maíz dulce transgénico desarrollado por Syngenta y cultivado en los Estados Unidos. La decisión llega después de que los gobiernos de la UE no alcanzaran un acuerdo sobre este maíz y a pesar de las documentadas irregularidades en la evaluación de riesgos de esta variedad y de la oposición frontal de los consumidores. Sin embargo, Greenpeace confía en que este maíz -que deberá ser etiquetado como "modificado genéticamente" - no llegue a las baldas de los supermercados.
Acción de Greenpeace en un campo de maíz transgénico de Zaragoza.
"En teoría, la Comisión Europea representa los intereses de los
ciudadanos europeos y del medio ambiente, pero en este caso ha
elegido defender los de un puñado de empresas agrobiotecnológicas y
de los grandes agricultores estadounidenses", ha declarado Juan
Felipe Carrasco, responsable de la campaña de transgénicos de
Greenpeace España. "La resistencia de los consumidores a los
alimentos modificados genéticamente (MG) sigue siendo muy fuerte.
De hecho, muchos supermercados y productores de alimentos ya han
respondido comprometiéndose a no vender ni producir alimentos que
contengan transgénicos; no hay demanda para los transgénicos",
añadió.
El maíz Bt-11 de Syngenta es el primer transgénico que se
aprueba en la UE desde 1998. A pesar de que los Estados miembros no
lo han aprobado, la Comisión ha hecho uso de su capacidad de
conceder la autorización unilateralmente. Al sacarla adelante, los
Comisarios de la UE han ignorado los interrogantes sobre la
seguridad del Bt-11, la falta de apoyo mayoritario de los Estados
miembros y el deseo de la gran mayoría de los consumidores
europeos, que han afirmado que no quieren organismos modificados
genéticamente en sus alimentos.
Greenpeace pide ahora a los Estados miembros que se han opuesto
al Bt-11 (Francia, Austria, Luxemburgo, Dinamarca, Portugal y
Grecia votaron contra la aprobación en el Consejo de Agricultura
del pasado 26 de abril) que mantengan su postura y prohiban el
producto en su territorio en virtud del artículo 12 del Reglamento
sobre Nuevos Alimentos. "Los Estados miembros que votaron
reiteradamente contra la autorización del Bt 11 deben plantar cara
a la arrogancia de la Comisión, mantener su postura y prohibir el
producto en su país", aclara Juan Felipe Carrasco. Ya existen
precedentes de prohibiciones nacionales con otros transgénicos en
Francia, Austria, Luxemburgo, Alemania, Grecia y el Reino
Unido.
El maíz dulce Bt-11 ha sido modificado genéticamente para
producir una toxina que en estado natural sólo se produce en
bacterias. Todavía siguen sin resolverse las dudas que se han
planteado en la fiabilidad tanto de los datos suministrados por
Syngenta como de la evaluación del Comité Científico sobre
Alimentos de la UE. Estas preocupaciones llevaron a las autoridades
francesas a afirmar en un informe de noviembre pasado que no se
pueden excluir efectos inesperados, debido a una interferencia de
la transformación genética con el metabolismo específico de este
maíz. "Es absolutamente irresponsable autorizar un producto
destinado al consumo humano cuando existen tales dudas sobre su
seguridad", ha denunciado Juan Felipe Carrasco.
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