Historia de Greenpeace
“Un viaje por la vida y la paz”: así es como Irving Stowe, uno de los cofundadores de Greenpeace, describió su plan de navegar en un barco hasta el Océano Ártico para parar las pruebas de una bomba nuclear. Irving no sabía entonces que ese viaje se prolongaría durante décadas… y que cambiaría el mundo.
Greenpeace nació en 1971, de una forma muy espontánea. Un grupo de activistas antinucleares canadienses, algunos cuáqueros y objetores de conciencia estadounidenses que se habían refugiado en Canadá para no participar en la guerra de Vietnam, formaron una pequeña organización llamada "Don't make a wave Committee" (Comité "No provoquéis un maremoto").
Las personas que fundaron el comité fueron Dorothy e Irving Stowe, Marie y Jim Bohlen, Ben y Dorothy Metcalfe, y Bob Hunter. Los primeros directores fueron Stowe, Bohlen, y un estudiante llamado Paul Cote.
El viaje a Amchitka
Este grupo protestaba contra las pruebas nucleares que los EEUU llevaban a cabo en el archipiélago de Amchitka (Alaska), al norte de Canadá. El nombre del grupo hacía referencia a la posibilidad de que, al ser una zona sísmicamente inestable, las pruebas atómicas que allí se realizaban pudiesen provocar un maremoto. Decidieron fletar el viejo pesquero Phyllis Cormack y viajar con él a la zona donde iba a tener lugar la prueba nuclear, para impedir con su presencia física que la bomba fuese explosionada. Para este viaje rebautizaron el barco con un nuevo nombre, que resumía la filosofía del grupo: Greenpeace."Queremos paz y queremos que sea verde", manifestaba uno de los tripulantes a la prensa antes de zarpar de Vancouver (Canadá) para dirigirse a Amchitka, un lugar de gran valor ecológico por las importantes colonias de aves marinas que alberga.
Desde Vancouver la tripulación del Phyllis Cormack sale para protestar contra las pruebas nucleares en Amchitka 09/01/1971 © Greenpeace / Robert Keziere
Los improvisados marineros pasaron la mayor parte del tiempo mareados y las disputas por falta de experiencia fueron frecuentes. Finalmente, los guardacostas estadounidenses detuvieron el barco cuando estaba a punto de alcanzar su destino por el incumplimiento de algunas formalidades menores que la tripulación había pasado por alto. La prueba nuclear no se pudo impedir, pero algo muy importante se había despertado: la conciencia.
Como acción directa, la expedición a Amchitka no salió como se esperaba. Sin embargo, como estrategia de campaña resultó un éxito extraordinario. Dos periodistas que viajaban a bordo del Phillys Cormack transmitían por radio a sus redacciones todos los pormenores del viaje y el público canadiense encontró en el viaje de Greenpeace un catalizador del malestar de la población por las pruebas nucleares. Veían que por fin alguien estaba haciendo algo activo para parar las pruebas atómicas. El resultado: decenas de miles de manifestantes bloquearon durante días las fronteras entre Canadá y los Estados Unidos y este país se vio forzado a anunciar que detendría las pruebas nucleares en la zona. Amchitka es desde entonces una reserva ornitológica. Con este viaje Greenpeace aprendió muchas lecciones que aplica y desarrolla desde entonces.
Los primeros años
En los años siguientes, distintos grupos independientes, sin conexión entre sí, tomaron el nombre de Greenpeace en Estados Unidos, Nueva Zelanda y Australia. Por aquel entonces David McTaggart, un antiguo hombre de negocios canadiense convertido en navegante inconformista, se rebelaba contra la decisión del Gobierno francés de realizar pruebas nucleares en 400 millas de aguas internacionales alrededor del atolón de Moruroa (en el Pacífico). McTaggart se puso en contacto con el pequeño núcleo de activistas de Greenpeace en Nueva Zelanda y ofreció su velero, el Vega, para viajar a la zona prohibida e intentar impedir las pruebas nucleares previstas para 1972 y 1973. Este fue el inicio de la campaña de Greenpeace contra las actividades nucleares francesas en el Pacífico. David McTaggart se convirtió en una pieza clave de la organización y fue presidente de Greenpeace Internacional desde los 80 hasta 1991.
Activistas de Greenpeace pinta a los bebes foca para protegerlos de los cazadores furtivos. © Greenpeace / Pierre Gleizes
En los primeros años, la relación entre los distintos grupos de Greenpeace era conflictiva, centrada en la discusión de cuál era el legítimo propietario del nombre del grupo. Las primeras divergencias surgieron en 1974, cuando un sector de Greenpeace en EE.UU. y Canadá decidió iniciar la campaña contra la caza comercial de ballenas en Newfoundland (Terranova, Canadá). La fracción antinuclear consideraba la defensa de los mamíferos marinos un tema "suave" que debía dejarse para otro tipo de grupos y estuvo a punto de producirse una escisión.
Finalmente, la instalación de oficinas en el Reino Unido y Holanda fue determinante para unir a todos los grupos existentes en el mundo bajo ese nombre y crear, en 1978, Greenpeace Internacional, unificando la forma de trabajo.
En la actualidad, Greenpeace es una de las organizaciones ambientalistas más importantes del mundo, cuya oficina central se encuentra en Amsterdam, Holanda, y cuenta con oficinas en 55 países en todo el mundo.
En España
Todo comenzó en 1982. A pesar de no existir legalmente aquí la organización, se realizó la primera acción pacífica de Greenpeace en España. A bordo de un pequeño pesquero, el Xurelo, un grupo de Greenpeace impidió el vertido de bidones radiactivos de un mercante holandés a 500 kilómetros de la costa gallega. El Gobierno holandés paró el vertido de residuos nucleares al mar.
Acción de Greenpeace contra el vertido de residuos radioactivos en la fosa Atlántica a 300 millas de la costa gallega. © Greenpeace/Pierre Gleizes
En los veranos de 1978 y 1980 el primer barco Rainbow Warrior se había enfrentado a la flota ballenera que aún pervivía en España, tratando de impedir sus capturas. El hecho sirvió para que en 1985 nuestro país abandonara la caza de ballenas.
Por fin, en 1984, nació formalmente Greenpeace España, inaugurando una pequeña oficina en el centro de Madrid. Más de 1.400 personas se hicieron socias en ese primer año, cifra que siguió creciendo hasta llegar a los 100.000 socios y 200.000 ciberactivistas que tenemos actualmente.
Hemos cumplido más de 30 años de trabajo con importantes victorias medioambientales. Algunas han sido conjuntas con los compañeros de otros países o han tenido un alcance internacional. Otras han sido más locales, pero igualmente importantes. Entre nuestros principales logros está el cierre de la central nuclear de Zorita, la prohibición de la pesca con redes de deriva, el protocolo de Kioto, la prohibición de minas antipersona y bombas de racimo, conseguir que España sea uno de los tres países en el mundo con mayor aprovechamiento de renovables, el despertar de la conciencia contra el cambio climático y la protección del Ártico o la declaración de ilegalidad del hotel Algarrobico.
Activistas de Greenpeace escriben “Demolición” en más de 1.500 metros cuadrados de arena en la playa de El Algarrobico. 26/03/2016. Carboneras, Almería. España. © Greenpeace
Todas estas victorias y muchas otras han ido sumando, como granitos de arena, logros en defensa de la paz y el medio ambiente. Así, se han realizado proyectos para acabar con los vertidos tóxicos en los ríos nacionales, prohibir el uso de las redes de deriva en el Mediterráneo, lanzar iniciativas para defender la biodiversidad y la gestión sostenible de los bosques, contra el uso de transgénicos en los cultivos, para la gestión sostenible de los recursos hídricos, por una revolución energética que potencie las energías limpias, etc.
Nuestros retos a corto, medio y largo plazo son muchos. Frenar el cambio climático, cambiar el modelo basado en energías fósiles por uno basado en energías renovables, apostar por una agricultura sostenible y por un futuro para los océanos, proteger los últimos bosques primarios del planeta o lograr un santuario en el Ártico son nuestros mayores retos internacionales en los que España tienen mucho que decir.
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