A lo largo de estos días asistimos con gran preocupación a lo que esta sucediendo en Japón. Es cierto que nadie puede prever un desastre natural, pero, desafortunamente, parte de la gran tragedia de estos días es la consecuencia directa de una decisión  política y no de las fuerzas de la naturaleza. Hablamos de la terrible amenaza nuclear que se cierne sobre gran parte de la región asiática.

Japón necesita ayuda humanitaria, asistencia técnica, acompañamiento moral en las condolencias a los miles de ciudadanos que cuentan con muertos y desaparecidos. Pero además los gobiernos de todo el mundo deben reflexionar respecto a lo sucedido. Se tienen que tomar decisiones que garanticen a los ciudadanos que esto no va a volver a suceder y estas garantías no son posibles -ahora todos lo sabemos- mientras sigan existiendo centrales nucleares.  

La energía nuclear no solamente es peligrosa, sino que es incontrolable por el hombre, como se está comprobando. Ya no son sólo los accidentes contínuos o las supuestas excepciones de Three Mile Island en Estados Unidos o Chernobyl en Rusia, los dos precedentes más graves hasta el momento. Ahora esta sucediendo en Japón, uno de los países más ricos y con la tecnología más avanzada. El problema es que las centrales no se puede apagar y ya está; no “terminan” cuando se quiere sino que, una vez creadas, tiene ciclo propio y como en la peor de las pesadillas de Mary Shelley, este Frankenstein se cobra víctimas. Aún no sabemos el final de lo que sucederá en Japón, ¡ojala todo quede en el mejor de los escenarios! Pero aún en este supuesto, ya existen víctimas y daños irrecuperables.  

En Alemania, 60.000 manifestantes antinucleares formaron este pasado fin de semana una cadena humana entre Stuttgart y la central atómica de Neckarwestheim para exigir el abandono de lo nuclear. Aunque la manifestación estaba prevista con anterioridad, el  accidente de la planta atómica de Fukushima hizo que los manifestantes fueran muchos más. Los gobiernos de Alemania y Suiza han sido los primeros en suspender temporalmente sus decisiones nucleares como medidas preventivas y la propia Angela Merkel ha llegado a asegurar que nada será igual tras el accidente de las centrales japonesas. En muchos países del mundo los ciudadanos se movilizan para pedir a sus gobiernos decisiones similares, incluso más concluyentes.

En España, aún estamos a tiempo. No vale con lamentarse. Hay que salir a la calle y exigir al Gobierno, exigir a Zapatero que nos proteja de correr riesgos similares a los que esta expuesta la población japonesa. Hay que decirle claramente que nunca es tarde para rectificar.

Julián C. Carranza, Director de Participación

- Página especial Crisis nuclear en Japón

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