Sí, así es. Nos amenaza una epidemia química. Podría creerse que se trata de un término exagerado pero seguramente que no pensarás lo mismo tras leer el nuevo libro de Carlos de Prada que se presenta hoy, “La Epidemia Química” que describe de forma rigurosa, concreta y contundente la crisis de salud provocada por la exposición cotidiana a contaminantes tóxicos.
Hace un recorrido sobre los graves efectos de nuestra realidad química cercana, incluyendo casos españoles de contaminación que raras veces escuchamos a través de los medios de comunicación, y explica cómo esta epidemia no conoce fronteras y que pone en riesgo la salud pública. Las evidencias científicas, muchas de las cuales recopila Carlos de Prada en su libro, certifican esta epidemia del siglo XXI, a través de la relación con enfermedades tan graves como muchos tipos de cáncer y tan comunes como asma, diabetes, infertilidad u obesidad.
La ciencia ha hablado y ahora le toca a la política. En último término, la acción o falta de ella es una decisión política. Si no, ¿quién determina un límite aceptable de exposición a un tóxico?, qué criterios se siguen para aceptar o no un determinado estudio científico?, ¿quién preside los organismos de control?, ¿quién desarrolla normativa o toma medidas contra la contaminación y decide los intereses que prioriza? Adolecemos de contaminación pero, ¿y de falta responsabilidad y compromiso político?.
Un pequeño ejemplo muy reciente y muy cercano nos puede ilustrar. Es el de la munición de plomo para la caza. A principios de mayo, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) recomendaba que niños y embarazadas no comieran carne de caza. El plomo de la munición era una fuente de alta contaminación de la carne de caza y los efectos perniciosos de este metal pesado para el sistema neurológico y los riñones están ampliamente documentados. También recomendaba, una histórica demanda ecologista, la “sustitución y/o prohibición de la munición de plomo a favor de otras alternativas”.
La ciencia habló, y la política también. Pocas horas después, el Ministro Arias Cañete tranquilizaba los cazadores (que no a las mujeres embarazadas): no se prohibirá la munición de plomo y restó importancia al informe oficial. Todo se ha quedado en un “niños y embarazadas no comáis carne de caza”. Y a la espera quedamos de un nuevo escándalo mientras la epidemia química se extiende y la voluntad política se dedica hoy día a proteger otros intereses diferentes de la salud pública. Así, el antídoto para la epidemia no llega... nuestros responsables nos lo niegan.
Sara del Río (@saradrio), responsable de la campaña de Contaminación de Greenpeace