El deterioro medioambiental está íntimamente relacionado con las decisiones políticas que se toman, por eso hoy que se cumple un año de la investidura de Rajoy nos preguntamos ¿qué papel está teniendo la lucha contra el cambio climático en este primer año de legislatura?

Mariano Rajoy

Desde Greenpeace tenemos claro que el cambio climático, junto con la creciente desigualdad, es el principal desafío de este siglo, de lo que se haga ahora dependerá el futuro de nuestro planeta. Es tiempo de acción política. Millones de personas en todo el mundo nos enfrentamos día a día a las consecuencias del cambio climático, y estas consecuencias cuestan vidas, cuestan miles de millones de dólares y cuestan todos los intangibles de un futuro que estamos minando con la inacción.  

Y precisamente esa inacción es lo que hemos podido ver durante primer año. El cambio climático a pesar de ser uno de los pilares básicos de esta legislatura, o eso parece cuando hablan de la futura Ley de Cambio Climático y Transición Energética, pierde cada vez más peso político.

En materia de transición energética, imprescindible para frenar el cambio climático, tampoco se ha avanzado. Se sigue sin establecer la hoja de ruta que permita la transformación completa del sistema energético a uno 100% renovable. Por el contrario desde el Ministerio de Energía existe un empeño en seguir conservando las barreras que impiden avanzar en esta senda. Existen numerosos ejemplos que lo demuestran, como el Real Decreto que se está preparando para limitar el cierre de las centrales térmicas, las subvenciones que se continúan dando a los combustibles fósiles, el fomento de falsas soluciones como la captura y almacenamiento de carbono, o la penalización del autoconsumo, que antepone los derechos del sector eléctrico al derecho de la ciudadanía a participar en la transición energética.

Por si fuera poco, tampoco se tiene en consideración la necesidad de generar alternativas al carbón en términos de empleo y transición justa. También en esto el Gobierno navega contracorriente, pese a que cuatro de las economías del G7, Reino Unido, Canadá, Italia y Francia, han decidido eliminar el carbón, al igual que otros seis países de la UE.

Cuestionar el modelo energético, repensar la movilidad de un país, potenciar el progreso y el crecimiento en sectores económicos bajos en carbono en detrimento de los contaminantes, promover la innovación asociada a las industrias verdes, invertir en la adaptación de sectores como la agricultura o el turismo, la gestión sostenible del medio natural o avanzar hacia una fiscalidad verde deberían ser los vectores de esta Ley que asegure nuestro futuro y el de las próximas generaciones.

El letargo del Gobierno puede hacer peligrar el proceso de elaboración de la futura Ley de Cambio Climático y Transición Energética o lo que es peor, rebajar los niveles de ambición de la misma.

Nos enfrentamos a grandes retos ambientales que requieren acciones urgentes y valientes, y es necesario que se priorice el medioambiente en las políticas y se abandone la inacción.