Embarqué el día 20 de julio en Bangkok, rumbo hacia el Mediterráneo, para empezar en Israel la campaña "Abandonemos el carbón" (Quit coal) contra el uso del carbón.

En el Rainbow Warrior trabajo como “deckhand”, es decir, marinera. Tal como describe la palabra en inglés, el “deckhand” es la “mano de cubierta”: es la “mano” que se ocupa de todo el trabajo en cubierta y del mantenimiento del barco en general. Los marineros cuidan también de preparar y realizar las maniobras en puerto, las de fondeo, de izar y arriar las velas y de una infinidad más de trabajos como picar, pintar, engrasar, ordenar, baldear, cargar, descargar, estibar, trincar, etc.

Además, uno de los marineros tiene el cargo de “garbologist”, que consiste en gestionar los residuos que se generan abordo y de su correcta separación para poderse reciclar al llegar a puerto.

El equipo de marineros participa también como tripulación de los botes rápidos para realizar las acciones. Y también está presente en las jornadas de puertas abiertas (“open boat days”) para asistir a la gente que visita al Rainbow Warrior en los puertos, aunque desde que empezó la campaña “abandonemos el carbón” (“Quit coal”) en el Mediterráneo, todos los voluntarios tanto en Israel, Turquía como en Grecia han sido tan eficientes que casi no era necesaria nuestra intervención!

Otra de nuestras funciones importantes es la de hacer la guardias de navegación con el capitán o los oficiales. Éstas se organizan en turnos de 4 horas durante las cuales se hacen varias rondas de seguridad para controlar que todo esté funcionando correctamente o poder detectar alguna irregularidad (una vía de agua, un incendio, una fuga, etc).

Durante el tránsito desde el sureste asiático hacia el Mediterráneo, cuando nos acercamos al mar Rojo, la labor de las guardias cobró gran importancia debido a un tema un poco increíble en pleno siglo XXI: la piratería.

Resulta que el paso entre Yemen y Somalia está infestado de piratas. De hecho, lo podíamos comprobar cada día por el canal 16 de la VHF donde se escuchaban capitanes de otros barcos, un poco alterados dando la posición de donde los habían atacado los piratas, generalmente de día. Estábamos realmente rodeados. Por este motivo se doblaron las guardias y día y noche estábamos mirando siempre al horizonte para poder detectar al bote pirata que se acercaría al Rainbow Warrior, un barco ideal para ser asaltado por su poca velocidad y su francobordo tan bajito.

Fueron días de un poco de tensión y paranoia entre la tripulación. Finalmente, cuando parecía que ya habíamos pasado la zona afectada, un mediodía durante mi guardia detectamos un bote con tres personas abordo que se nos acercaba a toda velocidad. ¡Allí estaban los piratas! Alarma general en el barco, todos a cubierta preparados para el ataque. Bien, en realidad poca cosa se podía hacer, ya que estos piratas son muy profesionales y van armados hasta los dientes. Cuando ya los teníamos cerca, nos dimos cuenta que detrás de ellos venían 4 botes más hacia nosotros (¡!). Adrenalina a tope, todas las mangueras contra incendios tirando agua por la borda. Preparados para el ataque.

Nuestra sorpresa fue total cuando el primer “bote pirata” nos cruzó la proa saludándonos amablemente con la mano. Nos quedamos todos un poco desconcertados, nos reímos y también los saludamos, eso sí, sin perderlos de vista. Así un bote tras otro fueron pasando y alejándose hacia la dirección opuesta a la que venían.

Asi que finalmente por suerte, todo quedó en una falsa alarma. O quizás fue que las misas que cada domingo encargaba la esposa de nuestro cocinero de Filipinas para protegernos de los piratas hicieron su efecto!

A bordo del Rainbow Warrior, Iona Ascolies Creixells