Con motivo del Consejo Informal de Agricultura de la UE que hoy y mañana está teniendo lugar en la ciudad húngara de Debrecen (recordemos que Hungría alberga actualmente la presidencia de la UE), en el que los representantes de los 27 Estados tratarán importantes asuntos sobre el futuro de la ganadería en Europa, un amplio conjunto de organizaciones ha llevado a cabo un congreso “paralelo”. Éste ha sido auspiciado por Greenpeace, por la sociedad húngara Protejamos el Futuro y por la red de organizaciones “Creating Coherence”. En él han participado expertos en ganadería, agricultura y cambio climático, así como delegados de 70 organizaciones de la sociedad civil, representantes de la Comisión Europea y de las presidencias Húngara y Polaca (el próximo país que dentro de un mes asumirá esta responsabilidad).

En dicho encuentro ha estado presente Greenpeace España para dar testimonio de los daños socioeconómicos generados por el cultivo de transgénicos en nuestro país. Cabe recordar que España es el único país de la UE cuyo Gobierno sigue tolerando estos peligrosos cultivos (en España se cultivan en torno a 70.000 hectáreas de un maíz insecticida de la multinacional Monsanto, el MON 810) y en el cual se lleva a cabo la mitad de los cultivos experimentales de toda la UE. En contraposición, Hungría prohibió en 2005 el cultivo de este maíz transgénico, prohibición que fue atacada por la Comisión Europea pero que quedó ampliamente refrendada en 2007 y 2009 con el apoyo mayoritario del resto de países.

En esta reunión se han desgranado y analizado los múltiples impactos de la ganadería intensiva, tanto en los países del Sur donde se producen las materias primas, como en los territorios de la UE donde se alimenta con ellas a la ganadería, un perverso modelo que destruye no solamente los ecosistemas y las formas de vida sostenibles de América Latina, sino los modelos agrarios familiares y a pequeña escala en la UE.

Una de las más importantes conclusiones es que Europa tiene la obligación moral de dejar de destruir los ecosistemas y los modelos agrarios justos y sostenibles del mundo, y para ello es urgente que las políticas que se van a implantar en la UE estén dirigidas a la independencia en materia de alimentación animal por una parte (autosuficiencia proteica, rotaciones de cultivo obligatorias, etc) y a la reducción de la producción de carne y leche por otra.

Además, la ausencia de etiquetado en los derivados (carne, leche, huevos) de animales que han sido alimentados con transgénicos es en realidad una imposición a los consumidores, quienes sin embargo se siguen manifestando mayoritariamente en contra de los transgénicos.

Esta mañana, primer día del Consejo Informal, estas mismas organizaciones han presentado en Budapest el informe del Banco Mundial y de la FAO “Evaluación Internacional sobre ciencia agraria y tecnología para el desarrollo”, el cual fue publicado por 110 gobiernos y 400 expertos. En él se analiza cómo la agricultura puede contribuir a la reducción de la pobreza y el hambre, reforzando la postura que las organizaciones ecologistas y y de la sociedad civil han mantenido durante décadas, a saber que la solución está en los modelos de producción familiar a pequeña escala y basados en la biodiversidad, y no la agricultura intensiva, cargada de pesticidas y con transgénicos.

Es evidente que España debe dar esos pasos por rescatar los modelos familiares y sostenibles, empezando por prohibir el cultivo de transgénicos, como hicieron en su momento Hungría y otros 6 estados de la UE.

En Hungría, Juan Felipe Carrasco, responsable de la campaña de Transgénicos de Greenpeace

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