Se ha escrito mucho sobre la protección de los océanos. Desde Greenpeace, una de las herramientas que defendemos a gran escala son las Reservas Marinas para proteger especies y hábitats marinos. La terminología no está clara, si bien las Reservas Marinas son herramientas para el control de los recursos pesqueros y de esta forma la conservación de los ecosistemas donde moran, también se definen como Áreas Marinas Protegidas los espacios delimitados para proteger habitats marinos de las actividades humanas.

Pero independientemente de cómo llamemos a estos espacios protegidos en la mar lo importante, por sencillo que parezca, es que se protejan. Existe un amplio catalogo de figuras de protección, desde las Reservas Marinas de Interés Pesquero que se realizan desde una cogestión entre la administración local y las cofradías de pescadores hasta los grandes Parques Marinos transnacionales como los Santuarios de la Antártida o del Mar de Liguria. Para todas ellas, Naciones Unidas se planteó varios objetivos bien programados en un calendario:
-en 2010 se debería aplicar un enfoque basado en los ecosistemas a la pesca, es decir no sólo pensar en el pescado como un recurso económico.
-en 2012, se exigía tener una red de Áreas Marinas Protegidas que cubriese la protección de al menos un 10% de los océanos.

Y sí, hemos perdido el tren de la protección marina.

En 2008, España anunció a bombo y platillo la creación de la primera área marina protegida fuera del mar territorial, es decir, fuera de las 12 millas náuticas, llamada El Cachucho, frente a la costa asturiana. Y nada más, desde entonces: silencio. Aunque hay un proyecto financiado con fondos Life europeos (Indemares)  para establecer una red española de áreas protegidas que coordina el Ministerio de Medio Ambiente y en el que participan ONG como WWF, SEO/BirdLife o Oceana, no se va a llegar a tiempo a cumplir con esos objetivos del milenio planteados por Naciones Unidas.

Durante muchos años, en nuestras aguas se ha levantado una espléndida información ambiental sobre dónde se concentra la biodiversidad marina, con estudios científicos de primera mano. Una de esas áreas, meritoria de toda protección, son las aguas al sur del archipiélago Balear, donde no sólo se concentra la mayor cantidad de larvas de todo el Mediterráneo de atún rojo pero también es morada de delfines, ballenas, tortugas, aves marinas y donde su especial orografía dispone, por ejemplo, varias montañas submarinas.

Y España tiene una oportunidad única, de aquí a mayo de 2011, para presentar esta zona como Área Marina Protegida en el Convenio de Barcelona, sumatorio de ese 10% de espacios que prometimos a Naciones Unidas. Es la última llamada para el tren de 2012.  No quedan excusas. Tanto el propio Convenio, como ICCAT que gestiona la pesquería de atún rojo, han señalado este espacio para su protección. ¿A qué espera el Ministerio de Medio Ambiente?

Pilar Marcos, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace