El martes pasado, la Comisión de Medio Ambiente del Parlamento Europeo (ENVI), en un  alarde de incongruencia, ha pedido primero una moratoria a los pozos petrolíferos en aguas profundas europeas y, acto seguido, se ha puesto manos a la obra y se ha cargado una normativa para limitar el consumo de carburantes de las furgonetas.

Vale la pena señalar la incoherencia de estas dos decisiones. El ENVI pide, y con razón, las restricciones a las operaciones en aguas profundas europeas, mientras que al mismo tiempo promueve el aumento de las importaciones futuras de petróleo extraído en aguas profundas, al no limitar la demanda de crudo con estándares suficientemente ambiciosos de consumo de carburante de las furgonetas.

Se estima que el 10% de las importaciones actuales de la UE proceden de yacimientos de petróleo en aguas profundas y se prevé que esta proporción aumente, en el futuro, si no se reduce la demanda gracias a medidas de eficiencia.

¿Cómo se explica entonces que el ENVI haya aumentado los límites de consumo de las furgonetas a 2020, además de introducir una serie de lagunas legales muy eficaces a la hora de permitir a los fabricantes seguir vendiendo vehículos comerciales ligeros de muy altas emisiones? Se les permitirá seguir produciendo camionetas de altas emisiones a cambio de la venta de una cantidad limitada de furgonetas eléctricas (super-créditos como para los coches) así como podrán compensar las emisiones de CO2 de sus furgonetas si reducen un poco más las de sus turismos.

Desde el desastre del golfo de México, en Greenpeace hemos estado pidiendo la prohibición de nuevas perforaciones en aguas profundas y, en su lugar, una [R]evolución energética en el transporte basada en ahorro, eficiencia y renovables.

Y todo esto porque creemos que no es posible querer cantar y silbar al mismo tiempo como pretende hacer el Parlamento Europeo.

Sara Pizzinato, campaña de cambio climático y transporte de Greenpeace

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