Las conclusiones de un nuevo estudio sobre los insecticidas sistémicos, como los neonicotinoides, y el fipronil confirman que estos insecticidas están causando un daño importante a una amplia gama de especies de invertebrados y vertebrados beneficiosos y son un factor clave en el declive de las abejas.



Se trata de un estudio de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) y es el más amplio llevado a cabo hasta el momento sobre estos insecticidas: 4 años de investigación y revisión de los 800 estudios cientificos, revisados por pares, disponibles sobre estos insecticidas.

 

Los autores afirman que esta revisión no deja dudas sobre los efectos de estos insecticidas sobre la biodiversidad, sobre el medio ambiente pero también sobre nuestra propia seguridad alimentaria. Es más, comparan esta amenaza con la planteada por los organofosforados y el mismo DDT, prohibidos por su enorme peligrosidad para el medio ambiente y la salud humana.

Estos insecticidas, algunos llevan 20 siendo utilizados, son la niña de los ojos de empresas como Syngenta, BASF o Bayer que falsamente afirman que son necesarios para mantener la productividad de los cultivos. Son sus productos estrella y les proporcionan cada año benefícios astronómicos, esta es la verdad.

Pero, uno de los autores del estudio lo dice claramente: “Lejos de proteger la producción de alimentos, el uso de neonicotinoides está amenazando la infraestructura que lo permite, poniendo en peligro a los polinizadores, ingenieros del hábitat y controladores naturales de plagas que son el corazón que permite el funcionamiento del ecosistema”

Algunos de los servicios ecológicos esenciales para la vida tal como la conocemos y para la producción de alimentos, muchas veces nos pasan desapercibidos. La polinización, la purificación del agua, el control de enfermedades y plagas, la dispersión de semillas, el control de las hierbas adventicias, la fertilidad de los suelos... dependen en gran medida de seres vivos beneficiosos como las abejas y otros polinizadores, insectos acuáticos, lombrices y microorganismos del suelo, anfibios, reptiles, aves y mamíferos.

No hay duda que tenemos que romper la baraja, abandonar la dependencia de los plaguicidas peligrosos y empezar a trabajar junto y a favor de la Naturaleza y no contra ella. Necesitamos un cambio inmediato hacia la agricultura ecológica, la única que es respetuosa con el medio ambiente y garantiza alimentos sanos para hoy y mañana, protegiendo el suelo, el agua, el clima, y fomentando la biodiversidad (en inglés). Este modelo de agricultura nos demuestra que es viable y la demanda de sus productos crece de forma exponencial. Las grandes empresas quieren a agricultores maniatados y cuanto más tecnificada esté la agricultura, mejor se cumple este objetivo.

Como dice uno de los científicos en el vídeo, no hay un nivel seguro para los insecticidas sistémicos: "El único límite aceptable para estos insecticidas sistémicos debe ser 0". Las restricciones impuestas en la Unión Europea a algunos de estos insecticidas deben ser reforzadas y ampliadas a otros igualmente peligrosos.

Necesitamos medidas urgentes y inmediatas. No podemos esperar otros 20 años para que se prohíban totalmente estos peligrosos plaguicidas. ¡Firma la petición para salvar a las abejas y la agricultura!