20 de abril de 2010: la plataforma Deepwater Horizon de BP, perdía el control del pozo de petróleo al que estaba conectada en el golfo de México. Dos días después se incendiaba y hundía llevándose la vida de 11 personas e hiriendo a otras 16. Tenía comienzo el mayor vertido de crudo de la historia de EEUU.

Hasta ahora, la mayor preocupación de industria petrolera y muchos políticos ha sido minimizar el alcance y los impactos del vertido, evitar prestar atención a los errores a raíz de esta tragedia y pasar página lo más rápido posible para, menos de un año después, volver a perforar en el golfo como si nada hubiera pasado.

En España, en lugar de asumir la evidente incapacidad de la industria petrolera de garantizar la seguridad de sus instalaciones, el Consejo de Ministros ha abierto la caza del petróleo y gas también en los fondos del Mediterráneo.

El vertido del golfo ha dejado claro hasta qué extremos las compañías petroleras están dispuestas a perseguir las últimas gotas de crudo. Da igual que se trate de perforar en aguas profundas en el golfo de México, frente al Delta del Ebro, en el mar de Alborán, en la costa valenciana o en el Ártico.



A menos que tengamos políticas encaminadas a acabar con la dependencia del petróleo, vamos a seguir expuestos a los caprichos de las compañías petroleras y al cártel de países productores de petróleo. Nos veremos obligados a pagar cualquier precio que el mercado establezca por el crudo. Especialmente en España, donde dos días de escalada del precio del petróleo nos han costado más que todas las ayudas a las renovables de un año entero

En estos meses, varios gobiernos europeos, incluido España, están mostrando su apoyo hacia una mayor ambición de la UE en la lucha contra el cambio climático. Esto ayudaría a impulsar las energías renovables y a ahondar en políticas de transporte sostenible: la única forma real de abandonar la era del petróleo. Para cumplir ese mismo objetivo son necesarios estándares severos de eficiencia para los vehículos en Europa gracias a los cuales se ahorraría más de un millón de barriles de petróleo al día.

La alternativa: seguir persiguiendo la próxima dosis de petróleo, doblegar nuestras políticas de exterior y de defensa para que se adapten a nuestros deseos, sacrificando el medio ambiente y justificando dictaduras para mantenernos bien suministrados, y dispuestos a pagar los crecientes costes que estas opciones conllevan.

Hemos perdido un año. Ya no bastan las palabras, hay que pasar a la acción y marcar el inicio de una auténtica revolución en la forma en que producimos, transportamos y consumimos energía. De lo contrario, nos espera un mundo manchado de sangre y petróleo.

Sara Pizzinato, responsable de la campaña de Petróleo Greenpeace



Más información:
Comunicado de prensa

Informe:Deepwater horizon–Un año después”.