Esta mañana nos hemos despertado con las buenas noticias traidas por el informe del prestigioso REN 21 que mide todos los años la evolución de las renovables en el mundo. La información recopilada es alentadora ya que un año más las energías limpias marcan un récord de nueva potencia instalada (un 9% más que el año pasado) y a precios cada vez más bajos que permiten que las inversiones hayan disminuido un 23% respecto al 2015 a pesar del crecimiento registrado en la instalación. Un esfuerzo soportado por el trabajo de 9,8 millones de personas que desarrollan su actividad laboral en este sector.
Pero esto no es todo. La evolución de las renovables está desmontando el mito de la supuesta imperiosa necesidad de tener a nucleares y combustibles fósiles para apoyar a las energías limpias con una “carga base” y compensar su “inestabilidad”. Los hechos están demostrando que la integración de grandes proporciones de generación de energía renovable variable se puede llevar a cabo sin una “carga base” que provenga de combustibles fósiles o energía nuclear generando todo el año cantidades constantes de energía mientras se cuente con la flexibilidad suficiente en el sistema eléctrico. Esto se puede conseguir, tal y como demostrábamos en Greenpeace para el caso español en el informe Energía 3.0, por medio de interconexiones de red, integración de sectores como el residencial y el transporte gracias al uso de nuevas tecnologías como las TIC, a sistemas de almacenamiento, a vehículos eléctricos y bombas de calor. Este tipo de flexibilidad no sólo equilibra la generación variable, sino que optimiza el sistema y reduce los costes de generación. Por lo tanto, no sorprende el creciente número de países que han logrado gestionar con éxito los picos que se acercan o sobrepasan el 100% de la generación de electricidad a partir de fuentes renovables. Por ejemplo, en 2016, Dinamarca y Alemania gestionaron con éxito sus picos de producción renovable del 140% y 86.3% respectivamente. Portugal también hizo lo suyo durante cuatro días.
Un enorme contraste con las noticias nacionales donde algunos partidos y el Gobierno quieren incluso rescatar viejas y costosas centrales de carbón para que no cierren a pesar de que ni la empresa que las posee les vea ya ningún atractivo; o donde vemos el ministro de industria que advierte a la ciudadanía de que “no podemos prescindir de las nucleares” sopena de apocalípticas amenazas de supuestos incrementos de precios de la luz.
Son precisamente políticas como estas las que hacen que, a pesar de las buenas noticias en renovables, la transición energética no esté siendo lo suficientemente rápida como para asegurar el cumplimiento del objetivo del acuerdo en París.
Esto se suma a que los subsidios a los combustibles fósiles y a la nuclear siguen poniendo los palos en las ruedas la transición energética hacia un sistema 100% renovable, eficiente e inteligente. Aunque parezca absurdo, los subsidios a las energías sucias siguen superando de manera dramática al apoyo otorgados a las tecnologías renovables en todo el mundo. Hacia finales de 2016, más de 50 países se habían comprometido a eliminar gradualmente los subsidios a los combustibles fósiles y, aunque es verdad que se hicieron algunas reformas, sigue siendo muy insuficiente. Por cada dólar gastado en renovables, los gobiernos del mundo se gastan 4 dólares en perpetuar la dependencia de los combustibles fósiles.
Y aún así, las energías renovables se están convirtiendo en la opción menos costosa (incluso a pesar de que las energías sucias siguen sin pagar sus costes ambientales y sociales). Tan solo como ejemplo varias plantas renovables han firmado contratos para generar electricidad en Dinamarca, Egipto, India, México, Perú y los Emiratos Árabes Unidos a precios muy por debajo de los costos equivalentes de combustibles fósiles y de la generación nuclear en cada uno de estos países.
No es casualidad que las emisiones mundiales de CO2 provenientes de combustibles fósiles y de la industria se mantuvieron estables por tercer año consecutivo en 2016, a pesar del crecimiento del 3% de la economía global y del aumento de la demanda energética. Esto se puede atribuir, principalmente, al declive del carbón, pero también al crecimiento de la capacidad de energía renovable y a las mejoras logradas en eficiencia energética.
La velocidad de la transición energética la tiene que marcar la urgencia de la lucha contra el cambio climático y estamos en una carrera contra el tiempo. Una vez más se confirma que lo más importante que podemos hacer para reducir las emisiones de CO2 rápidamente es retirar el uso de carbón y acelerar las inversiones en eficiencia energética y energía renovable.
El cambio de modelo energético está ocurriendo más rápidamente de lo esperado y puede ser incluso más veloz cuando los gobiernos deciden actuar y establecer políticas energéticas sostenibles con objetivos claros y señales coherente. Yo quiero esperar esto de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética que está promoviendo el Gobierno.
¿Qué puedes hacer tú?
Si estás de acuerdo, puedes hacerle llegar al Presidente Rajoy tu petición. Firma aquí.