Hace un par de días leíamos escandalizados un artículo en el País de Javier Sampedro (04/07/2010) en el que se anunciaba la posible aprobación del primer animal transgénico para consumo humano: un salmón de la empresa AquaBounty, que lleva incorporados genes de al menos otras dos especies de peces, para crecer a doble velocidad. Más me sorprendieron las declaraciones y afirmaciones que se hacían acerca del tema, y la descalificación al trabajo de Greenpeace en materia de transgénicos.
En el artículo se ponen otros ejemplos de animales transgénicos que no han sido aprobados, pero no olvidemos que sí existen organismos modificados genéticamente (OMG) que han sido autorizados y que están causando daños sociales y económicos, contaminaciones y desaparición de los modelos de agricultura sostenible. Además, cada día se conocen nuevos datos sobre daños en riñón, hígado y efectos sobre la fertilidad de mamíferos causados por los OMG.
A pesar de la presión de un puñado de grandes empresas sobre la UE y sobre determinados gobiernos, éstas sólo han conseguido que Europa autorice dos tipos de transgénicos: un maíz de la multinacional Monsanto (prohibido en los grandes países productores de maíz en la UE) y recientemente una patata de Bayer (que de momento nadie se atreve a cultivar). España es el único país de la UE que tolera el cultivo de maíz a gran escala; aquí se encuentra además el 42% de todos los ensayos experimentales que se realizan en la UE. Ahora quiere llegar el salmón transgénico.
Tenemos ejemplos de transgénicos en nuestros campos. No hablamos de lo que no sabemos y de incertidumbres, hablamos con datos, con cifras, con realidades. Existen abundantes datos sobre los efectos sobre el medio ambiente y la salud de la industria acuícola y de engorde, si ésta se practicase con animales modificados genéticamente, estos riesgos se multiplicarían.
Pone un ejemplo, la novela “Parque Jurásico”, en que las hembras dinosaurias eran estériles como mecanismo de control y que finalmente “la cosa acabó mal”. Como dice “era sólo una novela”.
Esperemos que los salmones transgénicos también queden en una novela, ya que es frecuente que un determinado número de individuos escape de estas granjas y se cruce con poblaciones naturales, con el riesgo de desplazamiento de estas últimas. Existe un modelo experimental (“el gen Troyano”), según el cual la liberación de 60 peces transgénicos podría llevar a la extinción de una población salvaje en solamente 40 generaciones.
Mónica Parrilla y Juan Felipe Carrasco, campaña de Transgénicos de Greenpeace
- La respuesta de Greenpeace al artículo publicado en El País