Vamos a empezar este post con un reto. Mira a tu alrededor y busca algo que contenga plástico. No solo botellas, envases o bolsas sino carcasas, bolígrafos, muebles, productos electrónicos, ropa (si! la ropa sintética también cuenta…). ¿Has encontrado al menos un objeto que contenga plástico? Probablemente el 99,9% de quienes hagan la prueba responderán que sí.
Y es que los plásticos han inundado nuestro mundo y nuestra vida desde hace ya unas décadas. Están por todas partes. Literalmente. Su invasión no es cosa de los países más ricos. Incluso los países más pobres que puedan venirte a la mente tiene plásticos en su entorno. Y lo peor de todo es que los plásticos no se quedan donde se fabrican, es decir, en tierra.
8 millones de toneladas de plásticos entran cada año a nuestros océanos. La cifra suena grande pero para entenderlo mejor sería comparable a 800 veces el peso de la Torre Eiffel. Si lo pasamos a tiempo, supone que ¡cada segundo llegan 200 kg de plástico al mar!
¿Cómo llega todo esto a los océanos? Por varias vías: por residuos que se abandonan y se incorporan a los cauces de los ríos, o se transportan por el viento; por los vertederos mal gestionados y el agua que corre por ellos o residuos que levanta el viento; por residuos que se tiran directamente en zonas costeras; depuradoras infradimensionadas; sistemas de alcantarillado; o también por la propia actividad marítima.
Una vez en el mar, están ahí para quedarse. Depende del tipo de plástico pero los tiempos estimados de degradación van desde los 6 meses de un globo, o 1-5 años de una colilla, hasta los 500 años de una botella o 600 años de un hilo de pesca. Por poner una referencia temporal es como si Cervantes al nacer en el año 1.547 hubiera dejado una botella de plástico y nos la encontrásemos hoy. Pero no es una antigüedad de museo, es basura. Además estos tiempos son aproximados de su degradación en tierra. En el mar la degradación es más lenta.
Así que esos millones de toneladas de plástico están ahí para quedarse, unas buenas decenas o centenas de años. ¿Y qué pasa en ese tiempo? Los objetos o trozos más grandes dañan los ecosistemas marinos como por ejemplo los corales, o la fauna marina provocando enganches y asfixia. Además, esos trozos más grandes se irán fragmentando por el oleaje y la luz del sol en trozos cada vez más pequeños que pueden ser ingeridos por la fauna.
De hecho, la ciencia está poniendo su foco en los microplásticos, que son aquellos trozos inferiores a 5 mm. Pueden venir de la rotura de los macroplásticos o haber sido fabricados directamente así, como es el caso de las microesferas que encontramos en cosméticos exfoliantes, algunos dentífricos, detergentes o abrasivos industriales, y que no quedan atrapados en los filtros de las depuradoras.
En el informe Plásticos en el pescado y marisco, Greenpeace ha analizado las evidencias que existen hasta hoy de los plásticos en especies marinas y sus efectos. Se ha observado que los animales marinos están ingiriendo estos microplásticos, incluso las especies que están en la base de la cadena alimentaria. En los animales que los ingieren bloquean el intestino y afectan a sus patrones de alimentación y reproducción. Pero no se queda ahí la cosa ya que hay evidencias de que estos microplásticos se transfieren a lo largo de la cadena alimentaria y con ellos sus efectos, que a parte de los que ya se han mencionado, está el de que tienen la capacidad de liberar y atraer sustancias químicas tóxicas.
Se han encontrado plásticos en todos los niveles de la cadena alimentaria, incluso en grandes depredadores como atunes y pez espada.
Entonces ¿qué pasa con el consumo humano? Parece lógico pensar que si ingerimos un marisco o un pescado con microplásticos los estaremos incorporando también a nuestro organismo. Aunque aún queda mucho por investigar y no se puede afirmar categóricamente que hay efectos en las personas, el riesgo existe, e incluso Naciones Unidas apunta a estas lagunas de conocimiento y a la necesidad de tener más datos.
Los plásticos en los océanos ya no son solo un problema de residuos flotando en el agua y en el fondo marino, sino que son una bomba tóxica que está trepando por la cadena alimentaria. Es urgente que se tomen medidas, a todos los niveles, para poner freno a esta locura plástica.
En nuestro día a día podemos cambiar nuestros hábitos para reducir el consumo de plásticos y buscar alternativas. Y también debemos exigirle a los políticos que tomen medidas, como están haciendo ya en otros países.
Súmate y firma la petición ¡Mejor sin plásticos!