El pasado jueves el Observatorio de la Sostenibilidad presentó las conclusiones de su informe 'Cambio Climático, 2016. Evidencias, emisiones y políticas. Por una política inteligente contra el cambio climático'.
Las conclusiones hechas públicas por esta prestigiosa entidad de cómo evolucionan las emisiones de gases efecto invernadero (GEI) en España resultan alarmantes: "Las estimaciones realizadas para el año 2015 [...] indican un aumento del 4% respecto al año 2014". La senda de reducción de emisiones que se inició en 2007, como consecuencia de una menor actividad industrial, una reducción en la producción de energía y de la movilidad motorizada -provocados por la crisis económica y financiera que se inició ese año- y asociadas al incremento de las energías renovables, parece que tocó fondo en 2013 y desde entonces las emisiones no han parado de crecer. Y además lo han hecho muy por encima de las tasas de crecimiento económico registradas estos últimos años.
Es decir, que en vez de lograr un modelo productivo y económico que emita menos GEI, se ha profundizado en un modelo "más carbonizado". Un fenómeno que contrasta con la tendencia seguida en Europa, en la que “todos los países de nuestro entorno presentan fuertes reducciones en sus emisiones”, como el propio informe señala.
¿Pero cuáles son las causas de este repunte de las emisiones de GEI?
Una vez más el incremento del consumo de combustibles fósiles, pero en particular del carbón: "El aumento de la generación con carbón, que ha crecido casi un 20%, el mayor consumo de productos petrolíferos (en torno al 2%) y el estancamiento del consumo de gas natural". Pero mientras que el consumo de petróleo sí se ajusta al crecimiento económico registrado estos dos últimos años, el espectacular incremento del consumo de carbón para la producción eléctrica tan sólo obedece a una razón: a la nefasta política energética seguida por el Gobierno, basada entre otras cosas en un incondicional apoyo al carbón -mediante subvención pública-, en el hachazo a las energías renovables así como en la demonización económica de la eficiencia energética.
Cómo el mismo informe reconoce: "El factor clave [en el incremento de emisiones] es la mayor generación de electricidad con carbón". Y aporta algunos datos relevantes, tales como en octubre y noviembre de 2015 "la producción eléctrica de las centrales térmicas de carbón situaron a esta tecnología en el primer puesto del mix energético nacional". Teniendo en cuenta el valor simbólico de aquellos meses previos a la Cumbre de Cambio Climático de París, la conclusión del informe no es de extrañar: “No se está produciendo un cambio de modelo energético y productivo a pesar de la crisis; llama la atención que el Gobierno siga potenciando la energía generada por carbón a pesar haber sido un año clave en la lucha contra el cambio climático”.
Estos datos avalan una vez lo que el movimiento ecologista lleva años alertando: el consumo de carbón, importado o no, no es compatible con el umbral de seguridad climática establecido por la comunidad científica. La única salida por evitar el incremento de temperatura de 1,5 ºC acordado en París pasa por una transición energética rápida y ambiciosa hacia las energías renovables. Para lo que es necesario que cuanto antes los recursos tecnológicos, financieros y humanos se pongan al servicio de este fin y dejen de apuntalar y dar continuidad a las energías fósiles.
Parece sin embargo que este discurso vital para el planeta y la supervivencia del ser humano no ha calado todavía suficiente en una gran parte de nuestros partidos políticos, y nos encontramos como el fin de las ayudas al carbón no es una línea verde de pacto de legislatura, sino que su mantenimiento se convierte incluso en una moneda de cambio para lograr tales pactos, como informaban algunos periódicos el pasado viernes, según los cuáles el apoyo de las subvenciones al carbón era de una de las condiciones para el pacto de legislatura entre el PSOE y Podemos.
Han pasado 24 años desde que un niña de 12 años pidera a todos los mandatarios mundiales reunidos en la Cumbre de Río que recordasen porqué estaban ahí "no es lo mismo que vosotros perdáis unas elecciones o unas acciones en la bolsa a que yo pierda mi futuro". Por esta razón no se puede negociar con el clima. El nuevo Gobierno no podrá obviar los compromisos climáticos adquiridos en la Cumbre de París, la constatación de los estragos que tendrán lugar como consecuencia del calentamiento global, ni la movilización social. Para ello tendrá de aplicar el objetivo manifestado en el título de este informe: una política inteligente contra el cambio climático. Lo que inevitablemente pasa por dejar de subvencionar el carbón y emprender una reconversión justa, transparente, digna y urgente no sólo de las cuencas mineras sino de todos los empleos ligados al carbón hacia empleos verdes. Hoy mismo la energía solar en España emplea al doble de personas que la extracción de carbón y petróleo juntos.