Si ayer os contábamos que la contaminación radiactiva mata, hoy queremos hablaros de la otra fuente de energía altamente peligrosa también como es el carbón. Y os preguntaréis ¿el carbón no es lo que se usaba en el siglo XIX? Pues sí, pero en pleno siglo XXI, en lo que llevamos del año 2017, todavía un 19% de la electricidad que consumimos se produce quemando carbón en centrales térmicas.



El carbón no sólo es el principal responsable de las emisiones de CO2 de la generación eléctrica y el calor, sino que es también responsable de otras muchas sustancias contaminantes que producen graves enfermedades.

La contaminación que provoca la quema de carbón ocasiona serios problemas de salud. Es la mayor fuente de emisión europea de dióxido de azufre (SO2) y mercurio, además de una de las mayores fuentes industriales de emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx.) Los efectos de estas emisiones sobre la salud son varios, desde el aumento del índice de muertes prematuras al agravamiento de las enfermedades respiratorias crónicas. La exposición a las partículas en suspensión de hasta 2,5 micras (PM2,5)  aumenta el riesgo de muerte por enfermedades cardíacas y respiratorias y por cáncer de pulmón, además de acortar la vida de entre 6 a 12 meses en la mayoría de los países europeos.                  
 
Las PM2,5 son una de las mayores amenazas ambientales contra la salud y señalada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) como la principal causa ambiental de las muertes por cáncer. La última estimación de la OMS calculó que 6.860 personas murieron de manera prematura en España en 2012 por la exposición a la contaminación atmosférica.

Y el otro grave problema del que no nos podemos olvidar es el cambio climático. El carbón fue el responsable de aproximadamente el 70% de las emisiones de CO2 de todo el sector de producción de electricidad en 2015. Dejar de usar el carbón, es una de las  claves fundamentales para actuar frente al cambio climático y evitar cada vez peores impactos  en nuestras vidas por el  aumento de temperaturas, la escasez de lluvia, los fenómenos meteorológicos extremos o la subida del nivel del mar.

Ayer mismo decía el Ministro de Energía que el Gobierno estatal es "favorable" a que "haya un futuro para el carbón" y que modula los precios de la energía. Pero lo que no explica es cuál es su concepto de “modular” porque recordamos que recientemente la Comisión Europea ha criticado a España por el mantenimiento de las subvenciones a los combustibles fósiles. ¿Habrá preguntado el Ministro Nadal a la ciudadanía si estamos dispuestos a “modular” el precio de la energía con subvenciones, más cambio climático  y daños a la salud?

Otra normativa que parece olvidar este Ministerio es el ‘Plan de Cierre de la minería del carbón 2011-2018’ en el que se incluyen las 26 unidades mineras de carbón que hay en España) y que podrán acceder a las líneas de ayuda siempre y cuando presenten un proyecto definitivo de cierre y clausura que será efectiva antes del fin de 2018. De no ser así, las empresas mineras deben devolver las ayudas recibidas. Cualquier promesa que se escape a la normativa vigente es irresponsable y se burla de toda la sociedad española que lleva décadas dando un ejemplo de solidaridad con las contribuciones económicas a través de los presupuestos generales del Estado para garantizar una transición justa y un futuro sostenible más allá del carbón en las cuencas mineras.

Hablemos de futuro con honestidad y transparencia. Hablemos de salud, de ecología, de democracia en la energía y de igualdad. Necesitamos políticas para la sociedad, no para que gobiernen las eléctricas, ni para los combustibles fósiles.

¡No!, Ministro Nadal, no caben todas las energías en el Acuerdo de París. Necesitamos planificación y visión para un sistema eléctrico inteligente, eficiente y basado al 100% en  renovables para el año 2030.