Cualquiera puede entrar tranquilamente en una central nuclear, así lo hicieron activistas de Greenpeace en dos centrales nucleares francesas simultáneamente Nogent sur Seine y Cruas, el pasado 5 de diciembre.
EDF, la compañía propietaria, anunció con satisfacción que la visita "no tuvo ningún impacto sobre la seguridad de la planta o la de los empleados". Por supuesto que no hubo ningún impacto, porque la seguridad de la planta estaba a salvo con los activistas de Greenpeace que somos “buena gente”, pero no porque las condiciones de seguridad con las que operan las nucleares sean mínimamente fiables. Dos semanas mas tarde, el primer ministro francés ha ordenado una auditoría a las nucleares francesas a causa de la acción de Greenpeace.
Pero aquí, ni los problemas de seguridad, ni los escapes radiactivos, ni los desastres, nada parece preocupar a la industria nuclear. “Todo va a salir bien”, el optimismo sin límites es una de las muchas peculiaridades de esta industria, y este optimismo parece haber contagiado al Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) y un ejemplo son los stress tests. Estas pruebas que supuestamente están destinadas a identificar problemas de seguridad en los reactores, en el caso que nos ocupa consideran que no es necesario poner a prueba la vulnerabilidad de los reactores ante el impacto de un avión de gran tamaño, o revisar los planes de evacuación en caso de accidente, o valorar la resistencia ante un terremoto de menor intensidad que el de Lorca.
Su optimismo les debe llevar a pensar que los aviones nunca tiene accidentes, los desastres nucleares nunca se han producido, el terrorismo no es una amenaza real, los terremotos como el de Lorca nunca volverán a ocurrir, y que el Parlamento que pidió que todo esto se revisara no volverá a pedírselo.
El 31 de diciembre finaliza el plazo para que el CSN presente ante la Comisión Europea su informe sobre los stress test en las centrales nucleares españolas. Por si acaso “no todo sale bien” pídele al CSN que incluya los mismos requisitos que en el resto de los países europeos.
Por Raquel Montón (@raquelmonton), responsable de la campaña Nuclear de Greenpeace España.