La finalización del proyecto hidroeléctrico de Belo Monte, en el río Xingú (Estado de Pará, Brasil), ha dado lugar a la tercera mayor presa del mundo. Aunque la Evaluación de Impacto Ambiental del proyecto descubrió ocho mamíferos nuevos para la ciencia en las zonas de selva afectadas, este proyecto polémico ha seguido adelante provocando deforestación, emisiones de gases de efecto invernadero y núcleos de desarrollo económico donde crecen nuevos proyectos agrícolas y actividad forestal ilegal.
Belo Monte es un proyecto concebido durante la dictadura pero llevado a cabo durante los Gobiernos de Lula y Dilma Rousseff. Un proyecto que ha desnudado y puesto en evidencia la colección de males sociales de Brasil, desvelando el modus operandi entre las constructoras y el Gobierno. Una inmensa metáfora del Brasil de hoy, con todos los ingredientes que han dado lugar a la actual situación política y económica de Brasil. El ex-presidente de una de las mayores empresas de construcción del país ha revelado una trama de sobornos de 150 millones de reales (41 millones de dólares) que implicaba a la hidroeléctrica. Un escándalo de corrupción, mordidas y financiación ilegal del partido del gobierno. El dinero se habría repartido a partes iguales entre varios partidos y las empresas contratistas involucradas, dinero que a su vez lo habrían entregado en forma de donaciones legales a las campañas electorales de 2010, 2012 y 2014.
Belo Monte es más que una megapresa, es el símbolo de la corrupción en este país. Y el río Xingú, antes uno de los ríos más ricos en biodiversidad de la Amazonia, es ahora un foco de problemas para Brasil y para el clima planetario.
Se mire por donde se mire, el proyecto ha destruido el entorno social y ambiental. Ya durante su construcción, durante los años 2013 y 2014, una encuesta estudió los impactos que la actividad de construcción tenía sobre las condiciones de vida de los niños y adolescentes, especialmente en lo que respecta a la explotación sexual. El estudio identificó un total de seis formas distintas de la explotación sexual, que implicaban un mayor o menor medida, también la presencia de los niños y adolescentes.
En diciembre de 2015, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) visitó la presa de Belo Monte. Transcurridos cuatro años desde que las organizaciones de la sociedad civil presentarán la acusación ante este organismo internacional, éste decidió abrir el caso a trámite y pedir una respuesta del Estado brasileño a las denuncias por violaciones de derechos humanos derivadas del proyecto hidroeléctrico. La Comisión resolvió finalmente que la petición contenía las bases suficientes para abrir el caso a trámite, lo cual implica que Brasil debe dar una respuesta a la reclamación por violaciones de derechos humanos derivadas del proyecto Belo Monte.
Y el llenado del embalse ya ha comenzado, pese al incumplimiento de muchas promesas. En noviembre del año pasado, el Instituto Brasileño de Ambiente y Recursos Naturales (IBAMA) otorgó la licencia de la operación, y lo hizo pese a que Norte Energía, empresa a cargo del proyecto que no había cumplido las condiciones necesarias (agua potable, saneamiento y otras) para garantizar la vida, salud e integridad de la población afectada.
Don Erwin Kräutler, el obispo de Xingu amenazado de muerte y con escolta policial desde hace seis años, ha afirmado que el Partido de los Trabajadores ha traicionado al pueblo de la Amazonía y a la causa del medio ambiente. También ha dicho que la presa de Belo Monte ha causado la destrucción del Xingu y el genocidio de los grupos indígenas que habitan en la región durante siglos.
Y con estos antecedentes, el gobierno pretende seguir construyendo megapresas como la de São Luiz do Tapajos, en el Río Tapajós, otro afluente del Amazonas cuyo cauce interrumpiría con un muro de 7,6 km de largo. Y los planes del gobierno brasileño de seguir inundando la Amazonia tienen colaboradores necesarios.
BB-Mapfre, la empresa conjunta formada por la compañía española Mapfre y el Banco do Brasil, ya estuvo en Belo Monte. BB-Mapfre obtuvo el contrato para asegurar una parte del riesgo de esta megapresa. ¿Qué dicen de estos negocios turbios? Que ya tomarán una decisión cuando se licite la presa.
Iberdrola, a través de Neoenergía, forma parte del consorcio de empresas que han elaborado el Estudio de Evaluación Ambiental del proyecto de São Luiz do Tapajós. Durante la intervención de un miembro de Greenpeace en la Junta de Accionistas de Iberdrola el pasado 8 de abril de 2016, se solicitó al Presidente de Iberdrola, Ignacio Galán, una declaración pública de desvinculación del proyecto hidroeléctrico de Sao Luiz do Tapajós y de otros grandes proyectos hidroeléctricos en la Amazonía que amenacen la selva y los pueblos indígenas. El Presidente contestó “esto es una sociedad participada; ni gestionamos ni pintamos nada en ese tema, por tanto, son temas de los brasileños que seguro que lo están haciendo de acuerdo con las leyes brasileñas y yo no puedo decir nada más”.
Así están las cosas, las grandes empresas mirando hacia otro lado mientras se proyecta la inundación masiva de la selva amazónica, la violación de los derechos humanos y la desaparición de los pueblos indígenas.
¿Qué puedes hacer tú?
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