Al mismo tiempo que trata de detener a los balleneros japoneses, Greenpeace desarrolla un intenso programa científico a bordo del MY Esperanza mientras recorre las aguas antárticas. Es una forma más de demostrar que las prácticas letales a las que Japón llama “ciencia” son completamente innecesarias.
Este año comenzamos nuestro programa científico a finales de agosto colaborando con un grupo de científicos que estudian la migración de las ballenas jorobadas desde sus zonas de cría y alimentación en el Pacífico tropical hasta la Antártida. Los datos obtenidos tras el marcaje vía satélite de 20 ejemplares ha permitido obtener una información desconocida hasta ahora sobre este gran viaje de las ballenas.
Nuestro programa científico incluye diferentes actividades como la identificación fotográfica de los ejemplares de ballenas jorobadas avistados, la grabación de sonidos o la toma de imágenes submarinas. Algunas ballenas, como las jorobadas, presentan marcas en sus colas que las hacen únicas, del mismo modo que las huellas dactilares en los humanos. Uno de los trabajos a bordo del Esperanza consiste en la toma de fotografías, que permite recopilar información sobre cada individuo y elaborar catálogos para su identificación. De esta forma, será posible identificar individuos de poblaciones aisladas o documentar sus futuros desplazamientos.
Los sonidos que emiten las ballenas jorobadas son bien conocidos. El cometido a bordo del Esperanza será grabar los cantos que emiten en diferentes situaciones, incluso ante la presencia de los arpones japoneses (podéis escuchar en este enlace las primeras grabaciones). Indudablemente, en este último caso, nuestro cometido va mucho más allá de realizar grabaciones ya que el propósito fundamental de nuestra expedición es salvar cuantas ballenas podamos.
Otro de los proyectos científicos a bordo del Esperanza está directamente relacionado con el hielo. Gracias a una cámara submarina que va fijada a la popa del barco y toma imágenes del hielo cada 5 minutos se realizarán mapas de la distribución del hielo que facilitan enormemente la labor de los científicos, que hasta ahora sólo cuentan con imagenes vía satélite que, en ocasiones, son difíciles de interpretar.
Otro de nuestros objetivos es ser testigos de uno de los muchos impactos humanos en el océano: la basura que llega desde tierra al mar. Desde latas de aluminio, trozos de redes de pesca hasta diminutas partículas de plástico, estos restos suponen un serio peligro para la vida marina: su ingesta puede causar intoxicaciones y asfixia, y muchos animales marinos quedan atrapados en redes y plásticos. Greenpeace ha estado midiendo las concentraciones de basura en el Pacífico y en la Antártida desde 1994. En el año 2000, estuve encarga del programa durante un mes, lo que me hizo ser realmente consciente de la cantidad de restos que llegan hasta los confines antárticos.
Estamos convencidos de que todos estos proyectos científicos ayudarán a conocer y a conservar mejor a las ballenas de la Antártida y serán la mejor prueba de que no es necesario que muera ningún cetáceo para conocer mejor su vida y su hábitat.
María José Caballero, responsable de la campaña de Océanos de Greenpeace
- Vídeo de las ballenas nadando y de sus sonidos
- Webcam a bordo del Esperanza