Hace una semana, la grave situación generada por los incendios forestales catastróficos que han arrasado Tasmania obligaron a la Primer Ministro de Australia, Julia Gillard, a reconocer que “sabemos que debido al cambio climático vamos a ver más fenómenos climáticos extremos”.

Podríamos aplaudir la franqueza de Gillard, pero la declaración no ha ido seguida de acciones políticas para cambiar su política energética, en especial sus exportaciones de carbón. La falta de coherencia de sus declaraciones recuerda a las advertencias de las autoridades sanitarias con el tabaco: “las autoridades advierten que el cambio climático puede ser un problema para usted”. Para respaldar la rotundidad de estas palabras se acompañan las declaraciones con enormes frentes de llama que devoran los bosques australianos.

Obviamente, la climatología no tiene la culpa de los incendios forestales, es el ser humano con sus actividades, descuidos y negligencias. Pero el planeta se dirige hacia un aumento de la temperatura que podría llegar a cuatro grados por encima del promedio de los niveles pre-industriales, dando lugar a olas de calor como las que vimos el pasado verano en España o la pasada semana en Australia. Y, en estas condiciones, los incendios forestales son más virulentos y su extinción más complicada. Los bosques son ya una de las víctimas del cambio climático.

La primera semana de 2013 en Australia ha sido la más calurosa de la historia desde que se tienen registros, y la semana pasada se alcanzaron récords históricos, con temperaturas de 45º C en algunas localidades. La declaración venía precedida de la noticia de que el año 2012 ha sido el más cálido que se ha registrado en EE.UU. continental (excluyendo Alaska y Hawái) en toda su historia: la media de las temperaturas en los 48 estados continentales superó la media registrada durante el siglo XX, superando a 1998, hasta ahora el año más caluroso del que se tenían datos.

En España, las olas de calor durante el verano de 2012 también nos dejaron récords históricos. Y durante estas olas de calor los incendios forestales se cebaron con nuestros montes, afectando a más de 200.000 hectáreas, 82.000 de las cuales fueron superficie arbolada. Pese a que el número de incendios fue menor que la media de la última década, 2012 es ya el peor año de incendios forestales de la última década, con 37 grandes incendios que devoraron cerca del 80% de la superficie quemada.

¿Hemos aprendido algo de 2012? Parece que no. Las autoridades nos advierten de las consecuencias del cambio climático pero el presupuesto en gestión forestal y prevención de incendios está bajo mínimos, se cierran proyectos para aprovechar la biomasa forestal y la administración pública sigue el progresivo desmantelamiento del operativo anti-incendios.

Como en Australia, el Gobierno español mantiene una política energética incoherente, manteniendo un carbón subvencionado mientras cierra la puerta a las energías renovables y al ahorro y eficiencia energética. Pero a diferencia del de Australia, nuestro gobierno ni siquiera reconoce el cambio climático como problema para nuestro país.

El cambio climático pone en riesgo nuestra seguridad y nuestra salud, pero el Gobierno no quiere hacer nada para evitarlo. En materia de incendios forestales, jugamos a la ruleta rusa. Crucemos los dedos.

Miguel A. Soto (@nanquisoto), responsable de la campaña de Bosques de Greenpeace