Hace unos años, la mayor eléctrica española, Iberdrola, realizó un enorme esfuerzo propagandístico, un profundo lavado de cara, para presentarse como una empresa verde. La eléctrica de las tres hojitas se esforzaba en asociar su imagen a la de “energía verde” y en vender su eslogan de “queremos ser tu energía”.
Desde Greenpeace ya advertimos en su momento que, aunque era cierto que Iberdrola estaba invirtiendo en energías renovables y llegó a ser el mayor promotor eólico mundial, la realidad era que la mayor parte de las inversiones realizadas por la empresa seguían destinándose a energías sucias.
Iberdrola, además de ser la mayor propietaria de centrales nucleares de nuestro país, y de quemar carbón en varias centrales térmicas, se embarcó en una desaforada ola de construcción de centrales térmicas de gas, los llamados “ciclos combinados”, que han dado lugar a una auténtica “burbuja de gas”. Como resultado, ahora en España tenemos muchas más centrales generadoras de electricidad de las que se necesitan, y como no todas pueden estar funcionando siempre porque no hay tanto consumo de electricidad, muchas de ellas se quedan paradas sin que las compañías eléctricas las puedan rentabilizar.
La conclusión lógica ante una situación en la que hay centrales que sobran sería: cerremos las peores. Ya no hay excusas para mantener abiertas las centrales nucleares, y mucho menos para alargarles la vida como pretende este gobierno, y muchas de las centrales térmicas, empezando por las de carbón, se podrían ir cerrando, evitando así una gran cantidad de emisiones de CO2.
Pero no, lo que nos dice la empresa supuestamente verde es que de lo que hay que prescindir es de las energías renovables. Sus argumentos son tan falsos como hipócritas. Las renovables que antes eran rentables ahora resulta que son carísimas. Las mismas renovables que Iberdrola construyó en España y sigue construyendo en otros países donde su Gobierno sí quiere que se hagan, como Estados Unidos, ahora resulta que en España no se deben hacer.
¿Por qué? Pues muy sencillo: porque muchos de los proyectos que actualmente hay previstos de energías renovables en España no son de Iberdrola. Y porque cuanta más energía renovable se produzca, más tiempo paradas pasarán las centrales térmicas de Iberdrola.
Estamos ante un flagrante conflicto de intereses. Los de las eléctricas con sus energías sucias, que quieren mantener a toda costa, y los de la sociedad, que para sobrevivir al cambio climático necesita que esas energías sucias sean sustituidas urgentemente por renovables.
Que no nos engañen tratando de culpabilizar a las renovables del “déficit de tarifa”, cuando acaban de anunciar unos beneficios de 2.805 millones de euros. Que dejen de mentir, porque sus mentiras no nos las tragamos, aunque vergonzosamente el Gobierno español se las está tragando todas.
Y sobre todo, que no esperen que nos quedemos cruzados de brazos ante las presiones y las falacias que, estamos seguros, no han hecho más que empezar.
Jose L. García Ortega (@jlgarciaortega), responsable de la campaña de Energías Limpias de Greenpeace