En el invierno de 2017, un amigo me pidió ayuda para un proyecto en una pequeña comunidad rural lejos de las bulliciosas calles de Budapest. Una organización luterana acababa de lanzar un proyecto de empleo para adultos discapacitados, colectivo con muy pocas oportunidades en Hungría. Y decidimos sumar nuestras fuerzas.

Protesta en Budapest contra la nueva ley que afecta a ONGs

Junto con Greenpeace Hungría, este grupo planea ahora realizar un jardín ecológico accesible en los terrenos del centro, comenzando a conectar este espacio con la red de agricultores ecológicos que hemos construido en todo el país. Nuestros voluntarios colaboran en este proyecto aportando la planta ecológica y otros materiales y herramientas. Pronto habrá más de 100 personas discapacitadas trabajando en el centro, cultivando hortalizas ecológicas y difundiendo la importancia de la agricultura sostenible en el medio rural.

Esta es la Hungría que me encanta y de la que me siento orgullosa: ambiciosa e inclusiva. Y quiero que todos los niños crezcan en una sociedad donde tengan el coraje de participar en la sociedad y opinar sobre lo que les interesa. Esto es para lo que trabajo. Cada día, las organizaciones de la sociedad civil, grandes y pequeñas, trabajan duro para hacer de este país un lugar más seguro, limpio y económicamente más viable. Pero todo esto está en peligro en el caso de que el gobierno siga con sus planes actuales.

En el Parlamento de Hungría ha sido registrada una nueva ley que amenaza con desacreditar, intimidar y socavar la capacidad de las organizaciones no gubernamentales para defender nuestros derechos y el aire, el agua, la alimentación y la naturaleza de los que dependemos. Esta ley catalogaría a cualquier organización que recibe una cierta cantidad de fondos desde fuera de Hungría como un "agente extranjero". Este hecho les vincularía, potencialmente, con el lavado de dinero o, peor aún, con organizaciones terroristas.

A este intento de estigmatizar a las ONGs se sumarían mayores requerimientos y cargas administrativas. En nuestro caso estos mayores controles son totalmente innecesarios, ya que Greenpeace es totalmente transparente económicamente. Pero una ley tan estigmatizante podría silenciar a cientos de organizaciones civiles creíbles y confundir a cientos de miles de personas para las que trabajamos.

Si eres simpatizante de Greenpeace, ya sabes que estamos dispuestos a desafiar a gobiernos o corporaciones cuando ponen en peligro nuestro aire, el agua y el suelo. Poder hablar libremente sobre las cosas que importan a la gente es fundamental en una sociedad libre. Defender el medio ambiente y las personas vulnerables es nuestra mayor contribución a las comunidades para las que trabajamos en todo el mundo, razón por la cual recibimos el apoyo de millones de personas.

Pero el gobierno húngaro está señalando con el dedo a ciertas organizaciones de la sociedad civil que trabajan en favor del bienestar de las personas y del planeta.

Hace unos días, más de setenta mil personas se manifestaron frente al Parlamento para defender nuestro derecho a hablar y pensar libremente, y para apoyar a nuestra sociedad civil frente al temor, la intimidación o la sospecha. Entre nosotros estaban madres, padres, hermanas, hermanos, estudiantes, profesores, activistas. Un grupo diverso, representando a todas las clases sociales.

En este acto fuí invitada a hablar desde el escenario. Me sentí pequeña, pero a la vez más decidida que nunca: no vamos a dejar nunca de defender nuestras organizaciones y nuestra sociedad libre. Juntos defendemos un mundo más verde y más pacífico. Aquí y en en el resto del mundo, la gente está con nosotros.

 

Katalin Rodics es responsable de la Campaña de Agricultura de Greenpeace Hungría. Madre de tres hijos y abuela de cinco nietos, ha trabajado más de 40 años a favor de un planeta limpio y saludable donde todos los niños puedan crecer con seguridad.