A pesar de ser el caso de contaminación industrial más grave de Europa, pocos conocen la situación que vive la ciudad de Huelva desde hace décadas. Con total permisividad de la Junta de Andalucía y del Gobierno de España los habitantes de Huelva tienen, a escasos 500 metros de sus casas, el mayor vertedero de residuos industriales tóxicos y radiactivos del continente. Esto sumado a la actividad de otras industrias instaladas en la zona, han hecho tristemente a Huelva merecedora de situarse en primer lugar en el ranking de lugares de España con mayor mortalidad por cáncer.
Por eso Greenpeace ha documentado gráficamente la situación a bordo del Arctic Sunrise en su última visita a Huelva. Pero ¿cómo es posible que se haya llegado a esta situación? Simplemente anteponiendo los intereses económicos de empresas al de la ciudadanía. Con excusas como el desarrollo, progreso y empleo (¿a cualquier precio?), hemos regalado nuestro entorno y nuestra salud. Esto queda patente en el último informe de Greenpeace: Radiografía social del medio ambiente en España.
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En el caso de Huelva, Fertiberia ha arrojado a las marismas del río Tinto más de 120 millones de toneladas de fosfoyesos, un material procedente de la fabricación de fertilizantes químicos. Sin embargo, la presión social y las protestas ecologistas hicieron que el 31 de diciembre de 2010 tuviera que cesar sus vertidos, muy a pesar de los deseos de la empresa que pretendía alargar su actividad al menos hasta el 2017.
Y ahora, como dicen nuestras leyes "quien contamina paga", por lo que lo previsible sería ver como Fertiberia limpia las marismas y recupera la zona. Los onubenses llevan 5 años esperando esto. De momento, la empresa solo ha presentado un plan para intentar salir del atolladero, que es "meter debajo de la alfombra la basura" esto es tapar con unos centímetros de tierra los fosfoyesos y salir corriendo. Algo totalmente inadmisible y que ningún Gobierno permitiría. Pero de nuevo, sorpresa, la persona máxima responsable de dar el visto bueno a los planes de Fertiberia, la actual ministra de Medio Ambiente, resulta que en su etapa anterior a ser política fue un alto cargo en la dirección de esta misma empresa.
En definitiva de nuevo un escandaloso caso de puertas giratorias, y como diría el Papa Francisco una falta de respuesta valiente de los gobernantes al servicio de la voracidad de las grandes compañías. El medio ambiente importa y como vemos no solo a los ecologistas.
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