Cuando la mayoría de nosotros pensamos en el desastre nuclear de Fukushima, nos acordamos de las filtraciones de agua contaminada, de la contratación de trabajadores, en condiciones infrahumanas, para la  limpieza de materiales radiactivos, de los muros de hielo subterráneos para evitar las fugas, o los anuncios del Gobierno sobre que todo estaba controlado.



De lo que no nos acordamos, normalmente, es de las víctimas. Más de 150.000 personas se convirtieron en víctimas de este desastre, y la mayoría lo siguen siendo todavía. Pero ya hay poca cobertura en los medios de su vida cotidiana y de los problemas que siguen afrontando.

Tienen conmovedoras historias que contar. Para conocerlas, y para exponer el vergonzoso abandono de las víctimas, Greenpeace viajó hace unos meses, con seis testigos internacionales para recorrer la zona de Fukushima y escuchar sus relatos.

Los testigos escucharon acerca de la exposición de las víctimas a altas dosis de radiación en los primeros días de la catástrofe y la desinformación del gobierno sobre los riesgos. Se enteraron de las preocupaciones sobre los efectos a largo plazo y sobre los niños, muchos de ellos todavía juegan donde hay demasiada radiación.

Se enteraron de que hay muchos campos abandonadas, donde los alimentos no son comestibles, o el dolor que los agricultores sintieron cuando tuvieron que matar a sus vacas y a sus animales. Allí pudieron escuchar de las víctimas el dolor de la pérdida de la vida familiar, y de las tradiciones importantes para las comunidades ahora perdidas. Son muchas las historias, aquí puedes verlas.

En estos días el Gobierno de Japón señala que el desastre de Fukushima ha terminado. Y este anuncio deja totalmente abandonas a las víctimas. El Gobierno está gastando más tiempo en la planificación de los Juegos Olímpicos de 2020 y tratando de vender tecnología nuclear a otros países, que en ayudar a la gente.

La gente hace lo que pueden para defenderse. Kenichi Hasegawa, un agricultor, y Katsutaka Idogawa, ex alcalde de una ciudad evacuada, han viajado a otros países para hablar sobre el maltrato de las víctimas. Ellos mismo lo cuentan.

La historia de este vergonzoso trato va más allá de estas personas, se trata de las decenas de miles de hombres y mujeres que todavía no han sido capaces de reconstruir sus vidas, tal y como David McNeill lo escribe para nosotros.

Cerca de 100.000 personas de la zona de Fukushima siguen viviendo en casas temporales de dos habitaciones. Tuvieron que huir de un mundo que amaban para vivir hacinados en edificios que ya se están cayendo a pedazos.

No olvidarnos de Fukushima, es el propósito. Los testigos que visitaron Fukushima se comprometieron a contar las historias en sus países de origen, para que no nos olvidemos que el tratamiento vergonzoso de las víctimas de Fukushima podría volver a suceder en cualquier lugar, si ocurre otro desastre nuclear.
              
Brian Bloome es responsable de comunicaciones de clima y energía en Greenpeace Internacional.
Traducción de Raquel Montón (@raquelmonton) responsable de la campaña antinuclear de Greenpeace.



¿Qué puedes hacer tú?
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