Planta solar en Sanlúcar la Mayor, Sevilla. Foto: Markel Redondo/Greenpeace
Planta solar en Sanlúcar la Mayor, Sevilla. Foto: Markel Redondo/Greenpeace

Si una imagen vale más que mil palabras, cuando esa imagen la puedes ver en persona, no en una foto o por la tele, realmente vale más que cualquier informe plagado de datos. La imagen a la que me refiero es la que pudimos ver la semana pasada un grupo de responsables de Greenpeace precedentes de varios países (Francia, Italia, Grecia, Turquía, Israel, Egipto, Alemania, Holanda y Reino Unido) cuando visitamos la plataforma solar “Solúcar” que la empresa Abengoa Solar tiene en Sanlúcar la Mayor (Sevilla).

El objeto de nuestra visita era aprovechar la reunión de todas esas personas en España para analizar el trabajo de Greenpeace de impulso a la energía solar, como una de las soluciones clave para la Revolución energética que necesitamos en la lucha contra el cambio climático. Y pensábamos que era una buena oportunidad acercarse a comprobar in situ cómo funciona la primera central termosolar comercial de Europa y primera del mundo con tecnología de torre: la PS-10.

Ya desde la autopista que conduce de Sevilla a Huelva se podían ver dos llamativos puntos brillantes en el cielo. Según nos acercábamos, pudimos comprobar que se trataba de los rayos del sol concentrados por cientos de espejos, que estaban ultimando los ajustes para la próxima puesta en marcha de la planta PS-20, que va a conectar a la red eléctrica 20 MW obtenidos con el sol, que se suman a los 11 MW que desde hace dos años está generando su primogénita, la pionera PS-10. Al acercarnos más, se veían también los rayos del sol concentrados en lo alto de la torre de 115 metros, señal inequívoca de cómo la PS-10 estaba trabajando a pleno rendimiento.

Pudimos subir a la torre, para ver desde ella cómo un campo de 624 espejos móviles de 120 metros cuadrados cada uno, concentraban los rayos solares en el receptor situado sobre nuestras cabezas. Las altas temperaturas que allí se alcanzan permiten calentar un fluido y hacer, con la energía del sol, exactamente lo mismo que cualquier central térmica o nuclear: producir electricidad. Sin emitir ni un gramo de CO2 ni generar ni una sola partícula radiactiva, la energía captada en aquellas 45 hectáreas de terreno está produciendo cada año la electricidad que consumen 5.500 hogares. Y por cierto, gracias a unos tanques de sales fundidas, pueden guardar el calor para seguir produciendo electricidad sin inmutarse cuando esté nublado o sea de noche, lo que convierte a esta tecnología en perfectamente gestionable para adaptar la producción de electricidad a las variaciones de demanda de los consumidores, complementando a otras renovables de envergadura como la eólica.

Más interesante aún es ver que la cosa no acaba ahí, en realidad no ha hecho más que empezar. En el mismo emplazamiento, la empresa está construyendo otras centrales solares con tecnología de concentración lineal, como la que lleva dos décadas empleándose en California, y que necesita menos terreno para la misma energía, y está ensayando un amplio abanico de tecnologías térmicas y fotovoltaicas para la generación de electricidad. Y otras empresas también están construyendo plantas termosolares, tanto allí mismo como en otros lugares de España, de forma que en estos momentos ya hay más plantas en construcción que las que el Gobierno había planeado para 2011. Y hay proyectos para unas treinta veces más, que sitúan a nuestro país en el primer puesto mundial en el aprovechamiento del calor del sol para la generación eléctrica.

Verdaderamente, el futuro 100% renovable está ya en camino. Yo lo he visto.

José Luis García Ortega. Responsable proyectos energía limpia de Greenpeace España