Tanto se rasgan las vestiduras Felipe González y José María Aznar ante el posible cierre de la central nuclear de Garoña, que parecen olvidarse de su propia gestión como Presidentes, precisamente en esta cuestión que está despertando tantos comentarios.

Ciertamente el cierre de la central supondría que los pingües beneficios que genera una central amortizada dejarían de ir a la caja de Endesa e Iberdrola. Así que los beneficiarios de esos millones de euros están moviendo el tablero todo lo posible para evitar que el Gobierno finalmente cierre la central. Pero Garoña no es la primera central nuclear que se cierra en España.
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Entre los voceros que han conseguido mover las eléctricas se encuentran estos dos personajes que han presidido nuestro Gobierno, y que no han sabido retirarse a un discreto segundo plano. Continúan lanzando sus dardos envenenados contra unos o contra otros, nostálgicos tal vez de aquellos tiempos en los que tanto poder se acumulaba en sus manos. La paradoja es que ambos cerraron centrales nucleares por motivos de seguridad.

Parece haberse olvidado que el gobierno de Felipe González cerró en 1989 la central nuclear de Vandellós I. Era entonces presidente del Consejo de Seguridad (¿?) Nuclear Donato Fuejo. La central sufrió un grave accidente que a punto estuvo de causar una catástrofe debido a un fuego que afectó a los circuitos eléctricos de la central. Finalmente, el Gobierno decidió su cierre definitivo.

Más cercano es el caso de la central nuclear de Zorita, en Guadalajara. En aquella ocasión, y debido a los problemas de envejecimiento de la central, el gobierno de José María Aznar decidió que la central se cerrase después de cumplir una última prórroga de tres años. Por cierto que uno de los artífices de aquel cierre fue el actual presidente del Congreso, José Bono, quién desde la Presidencia de Castilla-La Mancha se movió para conseguir el cierre de lo que él denominaba "esa cafetera vieja".

Así que el actual rasgado de vestiduras de unos y otros para evitar que Zapatero cierre la central de Garoña es un ejercicio de cinismo sin precedentes. Cada palo que aguante su vela, y Zapatero que cumpla sus promesas y cierre Garoña.

Juan López de Uralde, director ejecutivo de Greenpeace España