Ahora que tengo más tiempo para leer he dado con un interesante artículo de Denis Duclos –antropólogo francés y autor de Pourquoi tardons-nous tant à devenir écologistes? (y digo yo: ¿por qué?)-- en Le Monde Diplomatique que establece una correlación entre el desastre de Fukushima y la crisis económica.

Hete aquí que correlaciones haylas.


Duclos dice que la crisis financiera desatada en 2008, el accidente de Fukushima del 11 de marzo (y las crisis de régimen en muchos estados árabes) tienen en común que “debilitan pilares fundamentales del sistema: su base energética, su modo de orientación del trabajo humano a través del dinero, y su necesidad de estabilidad política. Expresan en cada uno de estos terrenos un mismo estilo excesivo que conduce al peligro tecnológico inaceptable, al riesgo financiero incontrolable o la férula autoritaria insoportable. Revelan la fuerza de las tendencias que se oponen a su preservación: dinámicas naturales; resistencia humana de sociedades enteras que rechazan su propio sometimiento al desorden, a la contaminación o a autoridades descarriadas”.

Aparentemente, Declos no está solo. Otro antropólogo belga, Paul Jorion, que ve metáforas que relacionan la crisis financiera con el desastre de Fukushima porque, mientras en un caso se vierte agua para enfriar los núcleos, en el otro se vierten billones para paliar la implosión de la burbuja.

En todo caso, Declos advierte de los peligros de forzar el curso de las cosas.
“Forzar el trabajo humano con exigencias financieras, forzar la naturaleza con tecnologías peligrosas, forzar la vida política con el control de las masas...”. Utilizando el arma de la duplicidad: en todos estos ámbitos, “se disimula la dimensión de los daños”. Tepco, la empresa que operaba la central nuclear de Fukushima, se ha hartado de minimizar el desastre.

El final del artículo se dedica a denunciar a los gobiernos que hacen gala de “un estilo de gobierno arbitrario, peligroso y predador, al servicio de tres tipo de agentes de dominación, en detrimento de la libertad de disponer de su trabajo, gozar de la naturaleza sin destruirla..., y participar sin obstáculos de la comunidad política humana”.

Una visión muy negativa pero, según lo veo yo, aguda y relevante para una sociedad que antepone los intereses de una clase privilegiada a los de la mayoría; que genera una contaminación que hará el clima incontrolable; que apuesta por una economía globalizada basada en el consumismo, el crecimiento por el crecimiento, la especulación y la sobreexplotación de la naturaleza...
or suerte, y aunque tardemos tanto en hacernos ecologistas como dice Declos, cada vez somos más los y las que trabajamos por un mundo más seguro, más justo y en armonía con la naturaleza.


Miren Gutiérrez, directora ejecutiva de Greenpeace España


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