Hoy se cumplen 70 años del primer uso de un arma nuclear contra población civil. Un aniversario que recuerda el horror de una humanidad capaz de automutilarse, pero también la esperanza de la lucha por la paz y el fin de la era nuclear. Pasamos un día en Hiroshima durante el aniversario de la bomba, y esto fue lo que vimos.

Parque de la memoria de Hiroshima

Hiroshima es como cualquier otra ciudad japonesa. Participa del mismo estilo de construcción moderna, del mismo orden y de la misma cantidad de maquinitas, musiquitas y muñequitos. Pero al llegar al Parque de la Memoria de Hiroshima, epicentro de la explosión de 1945, todo cambia. Una extraña sensación rompe la ordenada candencia del resto del país, hay bullicio y alboroto, y todo parece más espontáneo y efusivo que lo que permiten las rígidas normas de convivencia japonesas.

Un anciano se postra ante el cenotafio en memoria de las víctimas de Hiroshima

En medio de la efusividad general, hay una sensación de profundo respeto. Uno a uno, una hilera de japoneses pasan por delante del cenotafio en memoria de las víctimas.

Músicos en el aniversario de Hiroshima

Más allá del cenotafio central hay un hervidero de actividades de colegios, organizaciones o ciudadanos anónimos, además de las oficiales. Músicos, coros, niños, artistas, personas que dan “abrazos gratis” (¡en un país donde nadie se toca!) y un sinfín de gente con actividades espontáneas y variopintas confluyen hoy aquí “para transmitir el mensaje del fin de la era nuclear”, como reza esta pancarta.

Una joven explica la historia de Sadako Sasaki a un grupo de niños en Hiroshima

El parque pretende mantener viva la memoria de las víctimas para asegurar que no se vuelven a repetir los mismos errores. Los árboles, plantados después de la bomba y cuyas semillas fueron donadas desde todas partes del mundo, ayudaron a revivir y embellecer la ciudad, y hoy su altura recuerda el tiempo que Hiroshima lleva en paz. Por otra parte, la joven de la foto está explicando a su auditorio infantil la historia de Sadako Sasaki, una niña que sobrevivió a la explosión pero que murió diez años después de leucemia, la “enfermedad de la bomba”.

Unos niños explican la vida en la Hiroshima moderna

La vida para los niños en Hiroshima hoy es muy distinta a la de Sadako. Los alumnos de este colegio han hecho dibujos y relatos en los que explican que para ellos la bomba atómica queda muy atrás, y que hacen una vida normal como cualquier otro niño japonés. Por fortuna, el horror se va olvidando con las nuevas generaciones. Queda, sin embargo, la esperanza de que pronto todos los niños en todos los lugares del mundo puedan disfrutar simplemente de ser niños, como pueden hacerlo los de Hiroshima hoy.

Un grupo de japoneses reivindica la paz

Los japoneses son un “gran equipo”. Consideran que la maquinaria social es superior a las piezas que lo conforman, y anteponen siempre el funcionamiento del engranaje a su satisfacción personal. Por eso apenas hay comportamientos que puedan perturbar el bienestar del grupo, lo que hace que las manifestaciones y protestas sean muy infrecuentes. Bajo este contexto, nos encontramos con una especie de “protesta” donde unas personas mayores portan petos con mensajes, levantan el puño y corean consignas al unísono. ¿Su reclamo? La paz. “Por la prohibición de la energía nuclear”, “Bomba atómica nunca más”, “No al servicio militar”, “Por la hermandad de los pueblos asiáticos” son algunos de sus mensajes. Solo llevamos unos pocos días en Japón y apenas estamos comenzando a entender su idiosincrasia, pero percibimos claramente la excepcionalidad de esta “reivindicación”.

Los japoneses arrojan farolillos de papel por el río de Hiroshima

Al atardecer los asistentes hacen un farolillo de papel, lo adornan con distintos dibujos y mensajes por la paz y los ponen a flotar río abajo. Son varias horas de interminables regueros de personas que se acercan al río Motoyasu en perfecto orden. Aquí lo hacen al pie del Genbaku Domu, la construcción más cercana al epicentro que sobrevivió, gracias a su estructura de hormigón y acero, y que hoy es un símbolo de la esperanza por la paz.

Okonomiyaki

Descansamos para cenar okonomiyaki, como no podía ser de otra manera. A la inmensamente rica tradición culinaria de Japón se unió después de la guerra esta innovación de Hiroshima, que significa literalmente “cocina lo que pilles”. Bajo este "lema" las madres japonesas ponían en común sus sobras de comida y se las daban de merendar a sus hijos, lo que constituía un alivio en medio de la escasez brutal de alimentos y donde muchas mujeres habían perdido a sus maridos y se las tenían que ingeniar para trabajar y cuidar de sus hijos. Hoy los okonomiyaki se sirven en tascas grasientas de amabilísimos camareros que cocinan directamente en las grandes planchas instaladas en las mesas.

Velas con mensajes por la paz en Hiroshima

Cuando acabamos de cenar ha oscurecido, pero las actividades continúan. Alrededor del Genbaku Domu miles de velas decoradas con mensajes y dibujos rasgan la noche. Diversas personas nos animan a poner nuestro mensaje. Ante el “folio en blanco” de la vela recordamos las imágenes del día. Nos quedamos con la inmensa fuerza de las miles de personas reunidas aquí con un único mensaje: la imperiosa necesidad de defender la paz y poner fin a la era nuclear.