Hoy es el día internacional de la conservación de la capa de ozono. Una historia de la que tenemos mucho que aprender.

La capa de ozono es una capa de la atmósfera que se encuentra a unos 32 km de altitud, sin ella los rayos del sol serían unas 70 veces más dañinos pues esta capa actúa como un filtro que nos protege de la radiación ultravioleta del sol.


Imagen de la capa de Ozono/ Cedida por MAGRAMA

El uso que se hacía de gases con cloro y bromo supuso una amenaza para la capa de ozono, creándose un agujero cada vez mayor sobre la Antártida, en el Hemisferio Sur. Estos gases eran unos gases sintéticos, como los CFC y HCFC, creados en laboratorios por las empresas químicas y que se usaban como refrigerantes, aislantes, disolventes, pesticidas, etc.

Con este panorama, en los años 80 Greenpeace lanzó una campaña a nivel mundial para conseguir la prohibición mundial inmediata de la producción y la utilización de sustancias halogenadas que destruyen el ozono, como los CFC y los HCFC.

Millones de personas denunciaron estas sustancias y se consiguió la entrada en vigor del Protocolo de Montreal, hace ya 27 años, por el que se prohibió el uso y la producción de numerosas sustancias que destruyen la capa de ozono.

Como la excusa de la industria química para oponerse a estas prohibiciones era la supuesta falta de alternativas, a principios de los años 90 Greenpeace se reunió con científicos de Dortmund, Alemania, y trabajadores de una vieja fábrica de refrigeradores de la recién extinta Alemania Oriental, llamada DKK Scharfenstein, que estaba a punto de quebrar, para investigar en el uso de refrigerantes y aislantes naturales libres de sustancias que destruyen la capa de ozono. Nació así la refrigeración verde, "Greenfreeze", una de las contribuciones más directas promovidas por Greenpeace para disponer de soluciones a los graves problemas ambientales.

Hoy, los expertos afirman que existen indicios positivos de que la capa de ozono se puede recuperar, pero no lo hará hasta al menos mediados de este siglo y no cabe duda de que la prohibición de los gases que dañan la capa de ozono fue el paso clave para lograrlo.

Aunque no nos podemos olvidar del ozono, todavía tenemos por delante la gran batalla de este siglo frente a un problema potencialmente aún más grave: el cambio climático.

También hay sustancias sintéticas que provocan el cambio climático, como los HFC y que se deberían prohibir. Y para los gases, como el CO2, que existen en la naturaleza pero cuya cantidad estamos aumentando de forma alarmante y que son los principales responsables del cambio climático, no hay más camino que reducir sus emisiones a cero lo antes posible.

Eso significa una revolución energética que sustituya los combustibles fósiles por energías renovables y eficiencia. Y eso es lo que deberá acordarse el año que viene en la gran cumbre climática de París.

Porque la lección que debemos aprender de la crisis del ozono es que sólo actuando frente a las causas podemos evitar estos graves problemas que ponen en jaque la vida en este planeta.

¿Qué puedes hacer tú?
- Mas información sobre la campaña de Cambio climático