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Cedida por Huelvateca |
Esta mañana los ecologistas de España nos hemos levantado un poco más solos. Miguel Delibes se ha ido, y con él no sólo se marcha el escritor. Se nos va también uno de los baluartes más sólidos de la cultura rural de este país nuestro. Delibes evolucionó en su pensamiento, precisamente por su apego a la naturaleza, desde la tradición cazadora, hacia una profunda conciencia ecológica, que defendió abierta y públicamente.
Me he acercado a mi biblioteca para elegir una obra de Delibes que ojear esta mañana. Cada una de ellas está llena de evocaciones y de pasajes inolvidables, pero no he podido evitar recoger aquella obra de 1979 que tituló "Un mundo que agoniza". Este libro resume el pensamiento de Miguel Delibes, dice la contraportada: "desde sus intuitivos comienzos en 1949 hasta la madurez".
Ilustrado con dibujos de José Ramón Sánchez, Un mundo que agoniza es una joya sin parangón, imprescindible para cualquier ecologista. El título de algunos capítulos habla por si sólo: El progreso contra el hombre, La Naturaleza, chivo expiatorio; La rapacidad humana...
No lo recordaba, pero al ojear el libro me he encontrado con la dedicatoria que Miguel Delibes estampó, seguramente en algún paseo por la feria del libro. Teniendo en cuenta que es del año 79 - es decir, tenía yo por entonces 16 años - me ha llevado a los tiempos en que empezaba yo en esto del ecologismo. Enorme ilusión me ha hecho ver manuscrito por el autor el siguiente texto: "A Juan Antonio, un gran preocupado por la Naturaleza, con un abrazo, Miguel Delibes".
Termino con un pequeño extracto de aquel texto, en el que opina sobre los ecologistas:
"Muchos jóvenes del Este y del Oeste reclaman hoy un mundo más puro, seguramente por ser ellos la primera generación con DDT en la sangre y estroncio 90 en sus huesos. Porque si la aventura del progreso, tal como hasta el día la hemos entendido, ha de traducirse inexorablemente, en un aumento de la violencia y la incomunicación; de la autocracia y la desconfianza; de la injusticia y la prostitución de la Naturaleza; del sentimiento competitivo y del refinamiento de la tortura; de la explotación del hombre por el hombre y la exaltación del dinero, en este caso yo gritaría ahora mismo, con el protagonista de una conocida canción americana "!Que paren la Tierra, quiero apearme!"
Descansa en Paz. Maestro.
Juan López de Uralde, director de Greenpeace España