El 26 de abril de 1986 el reactor número 4 de la central nuclear de Chernóbil saltó por los aires. Durante nueve días estuvo en ignición, emitiendo a la atmósfera 100 veces más de contaminación que las explosiones de las bombas atómicas de Hiroshima y Nagashaki. Chernóbil ha sido el mayor accidente nuclear de la historia. A pesar de ello la industria nuclear lleva años haciendo lo posible por minimizar su importancia, borrar su recuerdo y eludir sus consecuencias. Con ello trata de borrar de la historia un recuerdo que emborrona de manera dramática a la energía nuclear.
La mayor parte de la contaminación se liberó en los primeros diez días, alcanzando vastas áreas de la antigua URSS, y también de Europa. Entre 125.000 y 146.000 km2 de tierra - una superficie 5 veces superior a la de Holanda - en Rusia, Bielorrusia y Ucrania se contaminaron, hasta el punto que tuvieron que ser desalojadas. De los 7 millones de personas que vivían en la zona - incluyendo 3 millones de niños - sólo 350.000 han vuelto.
Cada año, sin embargo, las víctimas y sus familiares y amigos aprovechan el aniversario para recordar este desastre, y a los seres queridos que han perdido a causa de Chernóbil. Así como para recordar su precaria existencia. Las victimas de Chernóbil existe, a pesar del olvido generalizado. Desde mi punto de vista, de todos los escándalos que rodean a este accidente nuclear, el intento de la industria por ningunear a las víctimas es el más grave. El más dramático. El más injusto, ya que niega a miles de victimas la condición de tales, para que los datos no estropeen demasiado el futuro de esta forma de generación de energía.
En el año 2005, la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) emitió un comunicado en el que reducía las víctimas de Chernóbil a 4.000. Sin embargo, ese número no se acerca siquiera a la realidad de la cantidad de personas que han muerto ya a causa del accidente. Con motivo del veinte aniversario del accidente, Greenpeace Internacional, con la colaboración de 51 científicos, realizó una revisión de los informes existentes, para concluir que al menos 100.000 personas habían muerto ya debido al accidente de Chernóbil, y desgraciadamente, esto es sólo la punta del iceberg de los daños causados por aquella catástrofe. Los datos reales desbordan por mucho los de la AIEA.
¿Porqué la AIEA trató de minimizar el número de víctimas? Esta Agencia tiene la misión, entre otras, de promover el uso comercial de la energía atómica. No cabe duda que la realidad de Chernóbil dificulta esta misión, ya que incluso 4.000 víctimas son demasiadas....
De entre los colectivos más afectados por la falta de ayuda a las víctimas destacan los llamados "liquidadores". Se trata de aquellas personas que fueron movilizadas a millares para trabajar durante unos segundos echando tierra sobre el reactor accidentado. Aunque el tiempo de contacto era breve, la contaminación muy alta, ya que trabajaban en el corazón de la catástrofe. Fueron de hecho los verdaderos héroes, ya que seguramente gracias a ellos se evitaron daños todavía mucho mayores. No hay cifras claras, ni datos certeros, pero si sabemos que fueron centenares de miles. Al no existir estadísticas que puedan seguirse de manera cierta, este colectivo parece no existir en los estudios de cifras de victimas, pero los afectados y muertos entre los liquidadores han sido miles y miles. Muchos de los supervivientes malviven sin ayuda, sin apoyo, sin reconocimiento.
El recuerdo de Chernóbil es, sin embargo, imborrable para millones de personas. Ahí quedará para siempre como espejo de las consecuencias dramáticas de un accidente nuclear.
Juan López de Uralde, director de Greenpeace España