Hasta donde llega la vista, vemos árboles. Un océano de árboles de un verde tan intenso que sobrecoge, un manto verde que no acaba nunca. Estamos sobrevolando el corazón del Amazonas, el pulmón del Planeta.



Después de tres días viajando ya estamos en el poblado Sawré Muybu, junto al Tapajós, el río sagrado. Los Mundurukús habitan aquí desde hace cientos de años, respetando la naturaleza, aprendiendo de la selva y uniéndose a los ciclos de la vida. Estamos en Mundurukàkia, como ellos la llaman, su tierra, la tierra de sus antepasados.

Para llegar al poblado hay que viajar por tierra, río y aire. En medio del Amazonas, pegado al río Tapajós, se encuentra este pequeño poblado donde viven unas 40 familias en sencillas cabañas de paja. Durante junio y julio sus apacibles vidas se han visto alteradas por las personas de Greenpeace que estamos trabajando aquí: más de 30 voluntarios de 13 países y staff de comunicación de todo el mundo. Pero están contentos. Saben que además de colaborar en la demarcación de sus tierras, lo que servirá para reclamarlas oficialmente ante el gobierno brasileño, cada una de las personas que vamos a vivir algunos días en su poblado somos altavoces de su lucha en nuestros países. Y saben que solo juntos somos más fuertes y podemos internacionalizar la protección de su tierra y enseñar al mundo que esta comunidad y sus habitantes están en riesgo.

Los Mundurukús llevan cientos de años viviendo en armonía con el Amazonas.

Los tiempos han cambiado. Más allá del río que les vio nacer, algunas empresas como General Electric, Siemens, Iberdrola o Mapfre están interesadas en su territorio para construir la tercera presa más grande del mundo. Por eso esta semana estamos en este poblado Mundurukú para apoyar su lucha, para gritar el mundo que hay que salvar el Amazonas, para impedir que se embalse un área de su territorio equivalente a la ciudad de Nueva York. Su lucha contra la presa Sao Luiz de Tapajós que está previsto construir aquí ya dura más de 10 años, y desde hace 3 Greenpeace les está apoyando para que su reclamo llegue al mundo entero.



Mientras escribo este post, se acerca a cotillear una cerdita que vive en el poblado. De fondo, el sonido del canto de los gallos y el corretear feliz de los niños de caras morenas y pintadas. Bichos enormes de muchos colores nos sobrevuelan a todas horas y hace un calor húmedo indescriptible. Una experiencia única. Aquí estamos el ilustrador Iván Solbes y yo para contaros todo, para enseñaros cómo vive esta comunidad de guerreros y para que os unáis a esta lucha con nosotros, ¿cómo? Uniendo tu firma a la de todos los que están pidiendo que no se inunden sus tierras para construir una mega-represa.



Os lo contaremos en vivo durante esta semana, aquí junto a los Mundurukús, en el corazón del Amazonas.

Únete y pide que los Mundurukús tengan derecho a su tierra. Firma para que el Amazonas siga respirando.