La movilidad urbana representa un 10% de todos los gases de efecto invernadero que emite nuestro país al año, y de éstas la mitad se producen en las seis mayores áreas metropolitanas del país: Barcelona, Bilbao, Madrid, Málaga, Sevilla y Valencia. Es una de las principales conclusiones del informe El transporte en las ciudades: un motor sin freno del cambio climático publicado hoy por Greenpeace.
Cortar estas emisiones contribuiría al objetivo adquirido en el Acuerdo de París de evitar que el incremento de temperatura media global supere los 1,5 ºC respecto a los niveles preindustriales. Y lograrlo no parece un disparate de aquí a 2030, eso sí, si los municipios pusieran en marcha y cuanto antes políticas de movilidad y urbanas encaminadas a ello.
Sin embargo, la mayor parte de los planes de movilidad vigentes no incorporan objetivos climáticos o cuando lo hacen no son suficientemente ambiciosos, y que además son planes cuyo contenido (objetivos, medidas, indicadores, presupuesto y proceso de seguimiento) resulta por lo general muy poco fiable para garantizar su adecuada puesta marcha y en cumplir por tanto con los objetivos. Es decir, que a día de hoy los planes de movilidad se encuentran muy alejados de servir para este objetivo.
Es por tanto el momento de que nuestras ciudades, tanto las que tienen Ayuntamientos denominados del “cambio” como el resto, adopten una actitud más activa en reducir las emisiones de las que son responsables y en las que tienen plenas competencias de actuación, como es el caso de la movilidad urbana. Transformar la forma en que las personas y las mercancías se desplazan por nuestras ciudades y sus metrópolis no requiere de nuevas cumbres climáticas ni de que se forme un nuevo gobierno para ratificar el Acuerdo de París. Se puede empezar a actuar desde ahora mismo, demostrando que la actuación frente al cambio climático no depende exclusivamente de lo que se negocia en complejas esferas internacionales y liderando además un movimiento próximo y cercano a las demandas sociales, preocupadas por el calentamiento global pero también por otros males que padecen nuestras ciudades, como es el de la contaminación atmosférica. Porque si en nuestras ciudades se emiten menos gases de efecto invernadero debidos al transporte, también disminuiría la emisión de sustancias contaminantes y mejoraría la calidad de vida de sus habitantes.