Hoy estoy con 28 activistas de Greenpeace en Barcelona dibujando con más de 2000 litros de pintura ecológica un sol gigantesco en plena Avenida Diagonal para celebrar, en el día con más horas de luz del año, que el Sol es de todo el mundo. Nos regala incansable cada año energía suficiente para satisfacer más de 5.000 veces las necesidades energéticas de la población mundial de forma gratuita, y lo hace sin mirar lugar, raza, idioma o clase social.
Durante la cumbre del clima del 2015 en París, convertimos por primera vez la rotonda del Arco del Triunfo en un gigantesco sol para impulsar un sistema energético 100% renovable. Hoy lo replicamos en Barcelona como recordatorio al Gobierno español y a las instituciones de la Unión Europea de su compromiso para luchar contra el cambio climático. Por un lado celebramos la abundancia de los recursos renovables, que son más que suficientes para cubrir todas las necesidades energéticas del mundo y para dar acceso a la energía a más de 1.200 millones de personas que aún no lo tienen. Pero también alertamos de la posición nacional e internacional del Gobierno de España, que primero dio un frenazo a las renovables, luego impuso el Impuesto al Sol y ahora intenta presionar en la Unión Europea para cerrar cláusulas que le permitan incumplir impunemente los nuevos objetivos de renovables para 2030 que se están negociando en Bruselas.
De este modo, el Gobierno da la espalda a una de cada tres personas que podrían participar activamente en la generación de energía produciendo su propia electricidad de forma individual o colectiva con renovables alcanzando a generar hasta la mitad de la electricidad necesaria en España para 2050.
La transición energética ya ha empezado a nivel global y es imparable. La cuestión es cómo la gestionaremos. Para que esta transición ocurra lo suficientemente rápido como para salvar el clima deberán sumarse millones de personas produciendo e intercambiando energía limpia. Dejar a la ciudadanía fuera de la transformación energética simplemente no es una opción porque es un derecho, al contrario de lo que pretende el Gobierno español con su Impuesto al Sol.
Y podemo ir más allá: si el Sol es de todas las personas, ¿por qué deberíamos seguir aceptando que la energía, que es un derecho, se gestione únicamente desde el actual sistema corporativo basado en los combustibles fósiles, la nuclear y regido por criterios opacos? Bajo la óptica de las energías renovables distribuidas se caen las premisas por las que parecía imposible un sistema que pone a las personas, el planeta y a la justicia económica en el centro. Es otra forma de pensar la energía: la energía como derecho ciudadano y no como mero producto mercantilizado con el que unos pocos hacen mucho dinero.
Si tú también crees que el Sol es de todo el mundo y la energía limpia es un derecho, reclámalo al presidente Rajoy. ¡Firma la petición y suma tu voz por un modelo energético sostenible!