El último episodio está siendo el del hundimiento del buque New Flame, un chatarrero que durante seis meses ha permanecido semihundido frente a Punta Europa, hasta que se ha partido derramando por fases el combustible que había en sus tanques. Ahora se desconoce cuál es la situación de la chatarra que cargaba, aunque todo indica que acabará esparciéndose sin control por el fondo del mar. Durante estos meses las autoridades d euno y otro lado han mostrado una pasividad intolerable, que ha derivado en la situación actual.
Pero cada día la bahía de Algeciras es receptora de decenas de vertidos y derrames que están ahogando la rica vida que un día pobló este valioso enclave en la misma boca del Estrecho de Gibraltar. Las actividades de repostaje de combustible en alta mar ("bunkering"), las emisiones de las industrias de la comarca y los vertidos de aguas residuales constituyen el difícil día a día de este lugar.
En concreto las gasolineras flotantes no hacen sino aumentar su actividad. Según los cálculos de Greenpeace cada día se producen unas 200 operaciones de trasvase de combustible desde buques y gabarras. En concreto en Gibraltar, un 87,2% de los buques que fondearon en su puerto, lo hicieron para repostar combustible. Entre Algeciras y Gibraltar se trasvasaron en 2007 aproximadamente 6 millones de toneladas de petróleo. Es fácil imaginarse las consecuencias para el medio ambiente marino derivadas de estas operaciones.
De hecho la Universidad de Cádiz lo ha cuantificado, y sus conclusiones son muy preocupantes: el entorno de Gibraltar sufre mayor degradación que la zona afectada por el Prestige. Los pequeños y grandes vertidos que se producen constantemente van degradando el mar de manera continuada.
Por si esto fuera poco, al otro lado del Estrecho, Marruecos entra en la competición con la entrada en funcionamiento del nuevo puerto de Tánger, utilizado como excusa comercial para la falta de acción.
La situación no puede seguir como hasta ahora. Fuera de todo control y esperando a que algún día el petróleo derramado por esos grandes petroleros que cada día repostan en la bahía termine esparcido, por ejemplo, por la Costa del Sol.
Juan López de Uralde, director de Greenpeace.
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